«Envueltos como estamos en la corrupción y el desconcierto, bueno es
pensar qué sociedad querríamos y si este deseo tiene visos de realidad. Se
trata de tener conciencia de que con las estructuras y esquemas actuales no
podemos ni convivir satisfactoriamente ni ir adelante, sino vivir un
desesperado fatalismo que nos recuerda que el ser humano es el único animal que
tiene metas de largo alcance.»
(Enrique MIRET MAGDALENA; Zaragoza, 12
de enero de 1914 - Madrid, 12 de octubre de 2009.
Inicio del primer apartado, “La
sociedad que necesitamos”, del
primer capítulo, “I. Los cambios en la
sociedad española, de Creer o no
creer: Hacia una sociedad laica, 2007.)
Parece evidente también que poca esperanza
cabe ya en las estructuras y mecanismos que han ido generando el problema. En
cada cita electoral asistimos a procesos de barnizado más o menos hábiles a
través de los vacuos discursos que hablan de regeneración... Pero la carcoma queda dentro y sigue actuando para
la degeneración acelerada de las
instituciones y procedimientos.
Lo sabemos (o, al menos, lo presentimos)
porque la verdadera convivencia cada
día resulta más extraña y menos satisfactoria cuando llega a darse, porque bajo
el imperio de la supervivencia nos
olvidamos de la defensa de lo común, porque la precarización
de la vida nos impide hasta levantar la vista y atisbar algún horizonte.
Así que lo han logrado... Privados de la capacidad
misma de plantearnos metas de largo
alcance (es decir, privados de lo más distintivo de la esencia humana), nos sentimos condenados (“¡no hay futuro!”, dijo el postmodernismo)
a una alienación multiforme (pero
siempre bestializadora) que deriva en
fatalismo.
¿Qué hacer para evitarlo?... Parece que sólo
cabe arañar tiempos y ocasiones para repensar individual y colectivamente en qué sociedad queremos vivir y cómo queremos vivir en ella... O sea, quién queremos ser. No es fácil. Ni rápido.
Pero, ¿hay otra forma?.
En ese arduo camino, desde luego, resultan
de ayuda las lecturas de gentes de buena
voluntad, creyentes (o no) que entienden que la convivencia plural exige el trabajo por una sociedad laica... Por eso no está de más, en el día en el que la Conferencia Episcopal Española (que tanto contribuyera a “sostenella y no enmensalla” con
respecto al sistema
para garantizar
la permanencia inercial de su influencia en el mismo) ha elegido de nuevo a
Ricardo Blázquez, actual Arzobispo de Valladolid, como su Presidente (ya lo fue
entre 2005 y 2008, entre los dos mandatos de Antonio María Rouco Varela),
leer (o releer) a cristianos de buena
voluntad como Enrique Miret Magdalena, en el año de su centenario.
Nacho Fernández del Castro, 12 de Marzo de 2014
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