El Centro Municipal Integrado de El Llano (c/ Río de
Oro, 37- Gijón) desarrollará el Martes, 17 de Diciembre del
2013, a
las 19’30 horas, la sesión
mensual del Foro Filosófico
Popular “Pensando aquí y ahora” para cerrar su programación del Tercer Cuatrimestre de 2013 abordando el
tema «La Filosofía ante un mundo conduso aquí y ahora: ¿Qué es lo que se
globaliza aquí y ahora?»... La sesión se plantea como reflexión general y concreta sobre unmundo que se hace un lugar confuso cuando hasta algún Premio Nobel de la Paz no duda en violar
territorios para realizar ejecuciones sumarias sin juicio ni defensa, cuando
los pequeños sátrapas ejercen su tiranía con la aquiescencia de tantos
poderosos a los que son útiles, cuando los muchos se mueren de hambre y los
pocos se hastían en su propio despilfarro… Y para rematarlo sin piedad, hasta
la vieja Europa, cuna de las mejores revoluciones
(del mayo parisino a los claveles lisboetas), de los mejores valores, de las más asentadas democracias, restringe el derecho de
libre circulación por el llamado “espacio
Schengen” a cualquier avalancha de refugiados políticos o económicos que se
considere demasiado tumultuosa (a no ser que estén dispuestos a morir en las
aguas de Lampedusa), por muy benemérita que pueda parecer… Las presiones del refugio económico ante un mundo
profundamente injusto en el reparto de la riqueza, han derivado, de rebote, hacia
una fuerte restricción del refugio
político, incluso en los países de mayor tradición, como Francia o Estados
Unidos... La placa de bronce que se añadió en 1903 a la Estatua de la Libertad con el final del
soneto de de Emma Lazarus ya parece haber perdido todo sentido: «"¡Guardaos,
tierras antiguas, vuestra pompa legendaria!" grita ella./ "¡Dadme a vuestros rendidos, a vuestros
pobres./ Vuestras masas hacinadas anhelando respirar en libertad./ El
desamparado desecho de vuestras rebosantes playas./ Enviadme a estos, los
desamparados, sacudidos por las tempestades, a mí!./ ¡Yo elevo mi faro detrás
de la puerta dorada!"»... Ya nadie parece estar dispuesto a
abrir puertas doradas ante quien busca refugio en este mundo.
Porque,
mientras tanto, alguien más o menos preciso,
más o menos ubicuo, más o menos imaginario, pero con mando en plaza dice algo y nuestras autoridades procederán,
prestas, a abrir desmesuradamente los ojos, a mirarse con signos compartidos de
cautela y suspicacia, a tratar de pegarse a cualquier rincón o elemento
protector para que su presencia sea lo menos notoria posible.
Resulta
curioso ese empecinamiento nacional en Europa en esa teología del ajuste y el
recorte precisamente ahora, cuando hasta sus viejos valedores, como el nada
revolucionario Fondo Monetario
Internacional, se persuaden ya, tras su larga experiencia de décadas
condenando a países latinoamericanos y africanos a la quiebra, de que, sólo con
recortes y sin inversión pública que anime la economía, cualquier conato
recuperación económica es inviable.
Pero,
además, el propio tratamiento, por ejemplo, de la educación o la salud como
un medio para fines externos a la propia ciudadanía que recibe (o no) los servicios que las articulan, constituye,
en la práctica, su negación como derechos,
y su conversión en bienes en el mercado.
En realidad, su consideración como derecho
es indisociable del carácter universal,
igualitario y gratuito del mismo, es decir de su gestión y prestación públicas, independiente de cualquier condición
individual de las personas destinatarias (clase social, sexo, creencia
religiosa, ideología política, práctica sexual, etnia, etc.). Lo contrario,
dejar la educación y la salud al albur de la iniciativa
privada y del devenir de los mercados de servicios, implica
convertir, en la práctica, el nivel de acceso posible de cada cual a las
prestaciones educativas y sanitarias en un bien patrimonial más
que se añade a sus posesiones (vivienda, electrodomésticos o vehículo) como
símbolo de status.
Por ello, las tensiones
privatizadoras que sufren estos derechos básicos marcan, en primer
lugar, el camino hacia su disolución como tales, y, por añadidura, son un signo
palmario de la ínfima calidad democrática de nuestros sistemas políticos...
¿Puede,
entonces, aceptarse, sin más, una situación como la actual, en la que cualquier
derecho básico, es potencialmente recortado
y relegado ante los “intereses
superiores” de ese ente difuso que se ha dado en llamar “los mercados”?.
¿Puede
soportarse esto aquí y ahora?, ¿puede admitirse que, en medio de la injusticia
insoportable, se sigan construyendo fortalezas, cerradas a cal y canto para
tantas gentes desamparadas?. ¿Cómo dar pasos materiales hacia un mundo
para una humanidad?.
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