martes, 3 de diciembre de 2013

Pensamiento del Día, 3-12-2013



«La historia de mi vida no existe. Eso no existe. Nunca hay centro. Ni camino, ni línea. Hay vastos pasajes donde se insinúa que alguien hubo, no es cierto, no hubo nadie.»
 
 (Marguerite Donnadieu. conocida por el pseudónimo literario de Marguerite DURAS;  
Gia Dinh, Vietnam, 4 de abril de 1914 – París, Francia, 3 de marzo de 1996. L’Amant –El amante-, 1984 -también para la primera edición en castellano-.)
Bien mirado es una completa exageración atribuir a nuestra biografía (a la biografía de cualquiera) el carácter de historia... Y es que cada biografía está salpicada de discontinuidades, de rodeos y reiteraciones, de avances y retrocesos, de inercias y estatismos, de confusiones y descubrimientos.
No hay biografías lineales ni progresivas, sino simplemente tiempos y lugares más o menos amplios en los que es “como si” se diese la continuidad de algún yo. Pero es mera ilusión, porque ese yo sólo puede definirse precisamente “desde afuera”, es decir, en relación y por confluencia con esos tiempos y lugares (y los seres que los pueblan).
Pero bueno, en realidad, también la gran Historia (de pueblos, territorios y naciones; de civilizaciones y mundos) es una exageración... El relato que personas extrañas (extemporáneas) hacen de momentos y lugares que nunca han vivido... Una narración que exige una continuidad impostada y que, siempre y en cualquier caso, sobrevuela las gentes de a pie que sí estuvieron en ese rincón a esa hora... Por ejemplo, ¿podemos sentirnos partícipes de las actuaciones constituyentes del Parlamento postfranquista?. Evidentemente no, yo por lo menos nos... Porque esa Historia de la Transición construída sobre la voluntad de consenso y olvido de un pueblo me es totalmente ajena, Y, además, es falsa. En realidad es el relato dictado por los propios “padres de la Constitución” (y las élites a las que representaban) para salvar el negocio. Y de ahí la atribuida continuidad: se trataba de garantizar la continuidad de un estado de cosas “naturalizándolo” (porque ya no quedaría muy propio buscarle fundamentos supramundanos). Y así estamos.
Nacho Fernández del Castro, 3 de Diciembre de 2013

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