martes, 10 de diciembre de 2013

Pensamiento del Día, 10-12-2013



«Una buena cabeza y un buen corazón son una combinación formidable
 (Nelson Rolihlahla MANDELA; Presidente del Congreso Nacional Africano 1991-1997, Premio Nobel de la Paz 1993, Presidente de Sudáfrica 1994-1999, Secretario General del Movimiento de Países No Alineados 1998-1999; Mvezo, El Cabo, Unión de Sudáfrica, 18 de julio de 1918 - Johannesburgo, Gauteng, Sudáfrica, 
5 de diciembre de 2013. Long walk to freedom: The autobiography of Nelson Mandela 
–El largo camino hacia la libertad-, 1994 -1995 para la primera edición en castellano-.)
Pensar lo que se siente para sentir como se piensa... ¡Qué sencilla receta para estar en armonía con la propia vida y que extraña resulta a la gente que más convendría que la tuviera siempre presente, la que se ocupa de los asuntos públicos, del bien común!.
 Porque si cada cual es evidente que ganaría en bienestar interno con ese permanente ahondamiento en la identidad entre los latidos y las ideas (con las lógicas derivaciones en su bienestar externo), mucho más universalmente necesario resulta el desarrollo de tal confluencia de las emociones y la razón para quienes han de velar por lo común.
Y, sin embargo, vemos cada día como la casta política pone todo su afán en teatrales batallitas de sombras para vendernos pseudorazones que niegan cualquier emoción viva para apoyarse en convenciones inertes en su  voluntad de legitimar las prácticas del oprobio globalizado. Y es que ya parecen latir tan sólo al ritmo que marcan los mercados y mostrar sus emociones según el texto dictado por los amos del mundo.
Mandela quiso no hacerlo así y fue condenado por muchos (incluso por muchos de los que en estos días le elogian y ensalzan con la boca más bien pequeña) al ostracismo y las rejas... Pero nunca fue dios, ni siquiera un superhéroe, y, como su reino sí era de este mundo, mezcló éxitos y fracasos, desarrollos de la convivencia interracial con permanencias de una desigualdad injusta y lacerante, búsqueda de la empatía como estímulo para toda comunicación dirigida al diálogo con la acumulación sucesiva de una “familia monster” en torno suyo...
Pero, al menos, supo reconocer los conflictos con lucidez bastante para saber que las cosas sólo podrían empezar a cambiar intentando superarlos, no buscando la imposición de una artificiosa armonía externa sostenida por la coacción y la fuerza. Así que fue una firme voluntad de libertad universal (manifiesta como razón apasionada y racional pasión) y ése es su valor, no ningún halo de santidad (por muy laica que sea) o vocación de gurú sapientísimo.
Nacho Fernández del Castro, 10 de Diciembre de 2013

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