sábado, 1 de febrero de 2014

Pensamiento del Día, 1-2-2014



«—¿La civilización occidental actual está basada sobre la mentira?
Sí. Se proclaman los ideales de la Ilustración: la democracia, el progreso, la igualdad, la libertad... y, sin embargo, se están traicionando y aplastando estos ideales. Los indignados dicen: "Lo llaman democracia y no lo es". Tienen razón. Entre las declaraciones teóricas y la realidad hay un abismo de diferencia. La OTAN no es órgano que sirva a los intereses de la justicia sino a los intereses de las clases dominantes. La ONU hace aguas por muchas partes. Tienen un Consejo de Seguridad no democrático constituido por los grandes países que ostentan las armas de destrucción masiva y las decisiones de la Asamblea General no son atendidas como se ve en el caso de Israel y EEUU.
Cuando ha enumerado esta serie de instituciones asentadas en la mentira durante su conferencia también ha hecho referencia a la economía. ¿Es la economía la mayor mentira de todas?
Sí, ciertamente. Esta economía está ligada a la evolución del capitalismo, que se ha convertido de un capitalismo productivo a un capitalismo especulativo, de casino, financiero. La política que está siguiendo favorece a las clases dominantes y los grandes países frente a las clases populares y los trabajadores. Además, la aplicación de estas políticas está produciendo hambre, miseria y está aumentando la mortalidad allá donde se aplican. De hecho, hay toda una corriente crítica de economistas que denuncian que estas políticas oficiales sólo benefician a las minorías.»
 (Carlos PARÍS AMADOR; Bilbao, Vizcaya, 17 de julio de 1925 - Madrid, 31 de enero de 2014.  
“Carlos París: Vivimos en la época de la mentira”, entrevista realizada por Alejandro Torrús para Público.es, 18-10-2013.)
Carlos París, fiel al impulso de libertad, igualdad y justicia que legara el mejor espíritu moderno de la Ilustración removió los cimientos de su propia formación temprana en el falangismo para apostar siempre, solidariamente, por las mayorías sometidas, por los colectivos más vulnerables, por los parias de la tierra, por la humanidad. Como teórico de la ciencia o como crítico de la cultura del presente, en la Complutense, en Santiago de Compostela, en Valencia o como fundador del Departamento de Filosofía de la recién creada Universidad Autónoma madrileña, desde el Partido Comunista o el Ateneo de Madrid, como víctima de las postreras represalias tardofranquistas (el ministro Julio Rodríguez Martínez lo destituyó en 1973) o reconocido por múltiples Universidades y foros nacionales e internacionales, a través de las páginas de la Revista Theoría (que fundara en 1953) o de las tertulias de su Universidad Libre de Gambrinus, sufriendo el dolor terrible de las dramáticas y prematuras muertes de sus dos primeras esposas, compartiendo sus últimas décadas al lado de Lidia Falcón, la gran matriarca del feminismo de la igualdad hispano, u observando con prudente satisfacción los progresos como cineasta de su hija Inés, Carlos París siempre estuvo con el dolor y es sufrimiento de los más frente a la ufana codicia de los menos.
Y lo estuvo hasta el final de sus días, desde su temprana Filosofía, ciencia y sociedad (1972), pasando por el grito memorable de su Crítica de la civilización nuclear (1984), hasta llegar a su Ética radical (2012) o esa recopilación de sus últimas conferencias en el Ateneo de Madrid que aparecerá este mismo año 2014, permitiéndonos prolongar su voz más viva por unos meses en La Época de la Mentira.

Y es que su voz, fiel al auténtico impulso filosófico, siempre estuvo al servicio de la verdad y, por ello, radicalmente enfrentada al postmoderno espíritu del “todo vale”. Nos deja un día antes que Luís Aragonés, ese entrañable gruñón que, en otro ámbito, el futbolístico, también supo apostar contra la historia y sus propios inicios como entrenador (perfeccionando la estrategia del contraataque), para convertirse en el verdadero mentor del famoso “tiqui-taca”, del fútbol de “jugones”, de una manera de entender el juego desde un entramado (una clásica symploké) solidario donde defensa y ataque consisten en poseer y hacer circular el balón con fluidez y soltura... Un estilo que marcó el juego de “la Roja” (nombre que también daría él a la selección española) por encima de fracasos iniciales (en el Mundial de Alemania 2006 España fue eliminada en octavos de final por Francia), alcanzaron la expresión más sublime de ese estilo (u el campeonato) en la segunda parte de una semifinal en la que Rusia fue incapaz de atisbar siquiera por dónde circulaba el balón... Una impronta de la que se sigue viviendo.
Así que, curiosamente, París y Aragonés tienen más cosas de las que parece: esa campechana forma de sabiduría capaz de transformar su propia visión de “lo que hay” en búsqueda de la verdad, esa voluntad y capacidad para buscar la alegría del pueblo, esa decisión a la hora de apostar contra la propia historia y en favor de unos ideales... Y, por desgracia, esta muerte que los ha unido definitivamente.
Uno, racionalmente apasionado por la forma de ser y entender su tarea en el mundo que caracterizaba a ambos, siente hoy su ánimo un poco más sólo.
Nacho Fernández del Castro, 1 de Febrero de 2014

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