«La vida es difícil. Para estar en paz con uno mismo hay que decir la
verdad. Para estar en paz con el prójimo hay que mentir.»
(Adolfo BIOY
CASARES; Buenos Aires, Argentina; 15 de septiembre de 1914 – 8 de marzo de 1999.
Descanso de caminantes, 2001.)
La sinceridad es, con
frecuencia, un problema... Casi siempre nos hace sentirnos bien con nosotros mismos, incluso rendirnos al orgullo personal por el valor demostrado
en el servicio a la verdad... Pero
muchas veces esa verdad (que no deja
de ser “nuestra verdad” , nuestra “forma de ver las cosas”, “nuestra personal
vivencia de una situación”) hiere o daña a posibles interlocutores o a terceras
personas.
Así que la
sinceridad está sobrevalorada y hay que manejarla con la prudencia y la pericia
con las que el médico diestro manejaría un bisturí, no sea que, por un catarro
o una gripe, dejemos a alguien sin anginas o, aún peor, sin un pulmón.
No se trata de hacer una apología de la mentira, ni siquiera
cuando es lo que se llama piadosa, sino
de apostar por un uso alternativo de la
verdad que, consciente de sus componentes subjetivos, evite sus posibles efectos perniciosos alrededor y
potencie su capacidad para liberar y sugerir.
Así contribuiremos a que la vida (al menos en
nuestro entorno inmediato) se torne un poco más fácil, menos prejuiciosa y más
capaz de soñar con voluntad de realización.
Nacho Fernández del Castro, 15 de Febrero de 2014
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