«El sujeto no debe darse cuenta
de que los malos tratos son un ataque deliberado contra su identidad por parte
de un enemigo anti-humano. Debe hacérsele sentir que CUALQUIER trato que reciba
lo tiene bien merecido porque hay algo (nunca preciso) horrible en él que le
hace culpable.»
(William Seward
BURROUGHS; San Luis, Misuri, Estados Unidos, 5 de febrero de 1914 -
Kansas, 2 de agosto de 1997. Naked Lunch –El almuerzo desnudo-, 1959 -1989 para la primera edición en
castellano-.)

Se trata de constituirse en instrumento anti-humano, en automatismo
irreflexivo que se desencadena su ataque
ante actos que, aunque con frecuencia
las víctimas no sepan con precisión por qué, sienten que las hacen merecedoras
de cualquier trato vejatorio, de cualquier castigo,
hasta de la muerte.
Se trata, en fin de poner todos los discursos y toda la maquinaria
mediática del poder al servicio de la extensión de un imaginario colectivo (como todos, más determinante de sentimientos
y conductas que determinado en sus perfiles)
de lo socialmente horrible, de lo que merece ser demonizado, de lo
que resulta criminalizable... Y de hacerlo, además, de forma vaga, sin gran
precisión, para que, por un lado, las víctimas potenciales vivan en el miedo permanente al “merecido castigo”
(por no tener totalmente claro qué es lo que necesariamente lo provoca y, de
paso, generar cierta sumisión agradecida
cuando no se recibe), y, por otro, los poderosos ejecutores (sus verdugos)
puedan tener un amplio espacio de discrecionalidad
que fortalezca aún más su dominio.
Evidentemente, esa era la situación (y
debieron ser las últimas sensaciones de incomprensión y miedo) de la decena y
media de muertos en el intento de alcanzar la costa de Ceuta... Y esa es la
situación (y las sensaciones) de tantas mujeres maltratadas.
Nacho Fernández del Castro, 19 de Febrero de 2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario