«No sabemos dar mucho crédito a
la palabra felicidad, pero donde ella falta las cosas están como llenas de
humedad y de telarañas, y los seres segregan un vago olor a placenta podrida, y
las cosas que dicen contienen algo purulento y esquivo, y los ojos les brillan
no por la fuerza de la vida, sino por el empuje de un ansia de autocastigo o de
venganza: eso le vi en los ojos a la joven esposa de mi amigo, y supe que no
había nada sobre la tierra lo suficientemente casto y honorable como para
impedir que esa mujer y yo nos lamiésemos la cara, los hombros, el sexo, las
manos, la sangre.»
(Félix GRANDE
LARA; Premio Nacional de
Poesía 1978, Premio Nacional de Flamencología 1980, Premio Nacional de las Letras
Españolas 2004; Mérida, Badajoz, 4 de febrero de 1937 - Madrid, 30 de enero
de 2014. “Sara”, capítulo
inicial de Lugar
siniestro este mundo, caballeros, 1980.)

Es como esas voces políticas y/o mediáticas
que nos declaran culpables de una crisis
financiera que “les obliga” a castigarnos con recortes de salarios, de derechos, de vida, por “haber vivido por encima de nuestras
posibilidades”, o sea justamente en las posibilidades que ellas se
encargaron de pregonar como su gran logro y las ávidas manos del poder
financiero de gestionar con voluntad usurera.
Pero, bueno, el caso es que, presas en lo
siniestro de este mundo, cada día más buenas gentes se alejan de la más mínima expectativa de felicidad. Y, sea esto lo
que sea y por poco crédito que le otorguemos al concepto, sin un impulso hacia la felicidad (que, decía
Aristóteles, podría definir la esencia misma de lo humano) el yo se llena de ansias de venganza contra el mundo y contra uno mismo mientras la
atmósfera que lo envuelve se torna pútrida y fétida.
Y, ya sin dioses (con el permiso de Rouco
Varela y sus representantes en el gobierno; y por más que, como diría Manolo Vázquez
Montalbán, nos quede la televisión), todo
está permitido mucho más allá de cualquier criterio de burguesa y bien
pensante honorabilidad.
Y Félix Grande supo intuirlo con quejío profundo que sólo encontraba
remanso en sus pasiones, la palabra, el cante, la mujer... Lugar siniestro este mundo, caballeros.
Nacho Fernández del Castro, 4 de Febrero de 2014
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