«Toda legislación que castiga
maneras de vivir es propia de un estado policial.»
(William Seward BURROUGHS; San Luis,
Misuri, Estados Unidos, 5 de febrero de 1914 - Kansas,
2 de agosto de 1997. Yonqui, publicada bajo el heterónimo de Bill Lee en 1953
-1980 para la primera
edición en castellano-.)
Evidentemente, a muchos podía parecerles insuficiente o precaria la
explicación agustiniana de una presencia
del mal en el mundo que parecía cuadrar mal con la omnipotencia, la bondad
infinita y la voluntad de intervención
en el mundo de su dios personal...
Evidentemente, a muchos podría parecerles, en tal contexto, endeble el
argumento del mal como “molestia necesaria” para
garantizar un bien mucho mayor: la libertad humana.
Pero hete aquí que la política
contemporánea, puesta al servicio (cada vez con menos disimulo) de los intereses económicos de los poderosos, ha
visto que el argumento distaba mucho de ser endeble y que podía, con una
adecuada “inversión práctica”, mostrarse como un instrumento de control político de primer orden: si evitamos las manifestaciones de la libertad (es decir
la variabilidad de las conductas posibles)
en nuestras sociedades, evitaremos la posibilidad
del mal.
Se trataba pues, y a fe que se ha venido haciendo con especial ahínco más
allá de tendencias y colores partidarios, de someter a normas y protocolos la vida concreta hasta en sus más mínimos
detalles, para luego naturalizar esas
fuentes normativas (ya se por el recurso a supuestas esencias o a supuestos
consensos) hasta constituirlas en referente único de una concepción del bien absolutamente identificable con las notas esenciales de lo humano, de la buena ciudadanía, de la salubridad mental del sujeto contemporáneo.
Así que, quien se salga de la norma o el protocolo adecuados a cada caso,
no lo hará por maldad, sino por desvarío
o locura...
Así que cuando ocurren cosas como las recientes muertes de quienes
intentaban arribar a Ceuta buscando una vida mejor, lo único que se plantearán
nuestras autoridades es si se han cumplido los protocolos y hecho respetar las
normas del caso... Si así se ha hecho, todo está bien... ¿Que se ha colaborado
activamente en que unas cuantas personas hayan pasado directamente de la
miseria a la muerte?, ¡qué se le va a hacer!... Así son las cosas... El mal
(esencial) no existe. Y quienes denuncian (denunciamos) esa situación como
criminal e inhumana sólo desvariamos (acaso
por ignorancia supina de los protocolos
y normas implicadas) o somos víctimas
de ese especial tipo de enajenación
que se ha dado en llamar pensamiento
antisistema.
Nacho Fernández del Castro, 14 de Febrero de 2014
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