sábado, 15 de febrero de 2014

Pensamiento del Día, 14-2-2014



«Toda legislación que castiga maneras de vivir es propia de un estado policial.»
 (William Seward BURROUGHS; San Luis, Misuri, Estados Unidos, 5 de febrero de 1914 - Kansas, 
2 de agosto de 1997. Yonqui, publicada bajo el heterónimo de Bill Lee en 1953 
-1980 para la primera edición en castellano-.)
Toda nuestra buena sociedad contemporánea, ha ido construyéndose desde una progresiva elusión del mal, o, para ser más exactos, desde un progresiva reducción política del mal a patología psiquiátrica.
Evidentemente, a muchos podía parecerles insuficiente o precaria la explicación agustiniana de una presencia del mal en el mundo que parecía cuadrar mal con la omnipotencia, la bondad infinita y la voluntad de intervención en el mundo de su dios personal... Evidentemente, a muchos podría parecerles, en tal contexto, endeble el argumento del mal como “molestia necesaria” para garantizar un bien mucho mayor: la libertad humana.
Pero hete aquí que la política contemporánea, puesta al servicio (cada vez con menos disimulo) de los intereses económicos de los poderosos, ha visto que el argumento distaba mucho de ser endeble y que podía, con una adecuada “inversión práctica”, mostrarse como un instrumento de control político de primer orden: si evitamos las manifestaciones de la libertad (es decir la variabilidad de las conductas posibles) en nuestras sociedades, evitaremos la posibilidad del mal.
Se trataba pues, y a fe que se ha venido haciendo con especial ahínco más allá de tendencias y colores partidarios, de someter a normas y protocolos la vida concreta hasta en sus más mínimos detalles, para luego naturalizar esas fuentes normativas (ya se por el recurso a supuestas esencias o a supuestos consensos) hasta constituirlas en referente único de una concepción del bien absolutamente identificable con las notas esenciales de lo humano, de la buena ciudadanía, de la salubridad mental del sujeto contemporáneo.
Así que, quien se salga de la norma o el protocolo adecuados a cada caso, no lo hará por maldad, sino por desvarío  o locura...
Así que cuando ocurren cosas como las recientes muertes de quienes intentaban arribar a Ceuta buscando una vida mejor, lo único que se plantearán nuestras autoridades es si se han cumplido los protocolos y hecho respetar las normas del caso... Si así se ha hecho, todo está bien... ¿Que se ha colaborado activamente en que unas cuantas personas hayan pasado directamente de la miseria a la muerte?, ¡qué se le va a hacer!... Así son las cosas... El mal (esencial) no existe. Y quienes denuncian (denunciamos) esa situación como criminal e inhumana sólo desvariamos (acaso por ignorancia supina de los protocolos y normas implicadas) o somos víctimas de ese especial tipo de enajenación que se ha dado en llamar pensamiento antisistema.
Pero, ¿qué quieren?, yo sigo pensando, contracultural que es uno, que toda norma o protocolo que se dirige al control y castigo de una forma de entender el mundo y vivir en él es propia de un estado policial (que ni siquiera merece la mayúscula). Y me horroriza (por mucho que hoy sea San Valentín, según dicen los grandes almacenes y hasta el nuevo Papa progre halla hecho un guiño al santo del amor).
Nacho Fernández del Castro, 14 de Febrero de 2014

No hay comentarios:

Publicar un comentario