«En esa época había, en la ciudad de Boston un club llamado el Club
Athenaeum, y a ese club pertenecían aquellos cuyos apellidos estaban vinculados
estrechamente con la historia de la ciudad. Con los lejanos días de Emerson y
de Thoreau.
Hombres como el rector
de la universidad, que decidió finalmente la suerte de Sacco y Vanzetti, eran
miembros de la comisión directiva de este club. Una institución en que nunca
había logrado penetrar un extranjero, un nuevo rico, un judío o un negro.
En la mañana siguiente
a la ejecución el 23 de agosto de 1927, se descubrió que había sido insertada
una hoja de papel en todos los diarios y revistas de la sala de lectura del
aristocrático club.
Y en cada una de las
hojas se leían las siguientes palabras: “En
este día, Nicolás Sacco y Bartolomé Vanzetti, soñadores en la hermandad de los
hombres que esperaron poder encontrarla en los
Estados Unidos, fueron cruelmente asesinados por los
hijos de aquellos que hace mucho tiempo huyeron a esta tierra de esperanza y
libertad.”.»
(Howard Melvin FAST; Nueva York, 11 de noviembre de 1914 - Connecticut, 12 de marzo de 2003. “Epílogo” de The passion of Sacco and Vanzetti, a New England legend –La pasíon de Sacco y Vanzetti.
Una leyenda de la Nueva Inglaterra-, 1953 -2000, por ejemplo, para una edición en castellano-.)
Y es que formar parte de la minoría hegemónica (y, probablemente, bien pensante) es a fin de cuentas un acto de la voluntad dispuesta a velar
por las tradiciones y convenciones
más arraigadas. O dicho de otro modo, es formar parte de los guardianes de las reliquias y vestigios del pasado
sobre las que se construyen los discursos y los imaginarios históricos de los
vencedores...
Es, al menos, un precario soplo de justicia poética.
Nacho Fernández del Castro,
27 de Febrero de 2014
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