«Elegimos
para este discurso el tema de la arquitectura y de la naturaleza, que podemos
traducir, en términos estrictamente arquitectónicos y críticos correspondientes
a arquitectura orgánica y arquitectura no orgánica, o arquitectura clásica y
arquitectura romántica. (...) ¿Qué se entiende por arquitectura orgánica,
natural?. Se entiende una arquitectura que no se limita a priori, una
arquitectura “abierta” que acepta la naturaleza, que se acomoda a ella, que
busca mimetizarse con ella, como un organismo vivo, una arquitectura que llega
a asumir formas de un mimetismo, como un lagarto sobre las piedras al sol.
(...) ¿Qué se entiende por arquitectura no natural, arquitectura que encuadra
la naturaleza sin formar parte de ella?. Una arquitectura delicadamente apoyada
en la naturaleza, (...) una arquitectura que vigila la naturaleza pero que no
le da confianza y puede estar tanto aqui como allá. (...) La primera posición
en íntimo contacto con la naturaleza y la segunda suficiente en sí, separada de
la naturaleza. (…) ¿Qué hay de real en estas dos categorías?. ¿Existe realmente
un compartimiento estanco orgánico-natural y racional-no-orgánico?. (...). Cualquier
obra de arte válida es orgánica en cuanto responde a principios verdaderos,
naturales, orgánicos. (...) Ninguna obra válida huye de la ley de la
organicidad en tanto que es natural y no modificable por el hombre. (...) La
arquitectura orgánica fascina, pero en la no orgánica nosotros sentimos una
profecía: (…) el plano no existe en la naturaleza, pero el hombre lo ha pensado
y puede usarlo.»
(Lina
BO BARDI, nacida Achillina BO;
Roma, Italia, 5 de diciembre de 1914 — São Paulo, Brasil,
20 de marzo de 1992. “Arquitetura ou
Natureza ou Natureza e Arquitetura”, discurso
pronunciado en la Casa
de França de Salvador de Bahía y no publicado, Arquivo ILBPMB, 27-09-1958.)
¡Qué hermosa enseñanza para tantos discursos secuaces y vasallos del
poder que tratan de establecer “la
necesaria conversión de la Política (institucional
y alejada de las calles y plazas) en mera
Economía (o, para ser más precisos, en una lectura ideológica, ultraliberal
de la Economía)”!. Porque, como en el caso de la
arquitectura y la naturaleza, las relaciones entre política (la de todos los días, la que organiza y repercute en la vida concreta de la ciudadanía, tan
alejada de primas de riesgo y valores bursátiles) y economía sólo se hacen
verdaderamente humanas tienen por único objetivo (desde su consideración minúscula
que se abre a posibilidades) la mejora de
la vida humana concreta. Sin apriorismos que aplastan la ciudadanía de a pie bajo los grandes manejos macroeconómicos que sólo a una
minoría benefician (precisamente a quienes pueden imponer la socialización de sus pérdidas, mientras privatizan las ganancias de toda la
comunidad).
Nacho Fernández del Castro,
5 de Febrero de 2014
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