jueves, 6 de febrero de 2014

Pensamiento del Día, 6-2-2014



«Las deficiencias de la riqueza patrimonial pueden ser suplidas por una excelente alianza matrimonial o por el éxito en las intrigas de los negocios públicos, Pero St. Aubert tenía un excesivo sentido del honor para tener en cuenta la segunda posibilidad y muy poca ambición para sacrificar a la riqueza lo que él llamaba felicidad.»
(Ann RADCLIFFE, nacida Ann WARD; Holborn, London, Reino Unido, 9 de julio de 1764 – 
7 de febrero de 1823. The Mysteries of Udolpho –Los misterios de Udolfo-, 1794 
-1992, por ejemplo, para una edición en castellano-.)
Cuando vienen mal dadas, la tentación del fraude, el dolo o la simulación rentable aparece de inmediato... Siempre que esté en el horizonte de posibilidades, mejor ese tipo de alianzas pseudoafectivas con “pago en diferido” que llaman matrimonio (de conveniencia) o la práctica, siempre un poco especulativa, del “te ofrezco un poco menos de algo y te cobro un poco más a ver hasta dónde aguanta la cosa”...
Pero, claro, cada vez se asientan más, en tiempos de crisis/estafa profunda y generalizada, dos tipos de personas totalmente opuestas a este respecto... Una minoría a la que el momento le proporciona la ocasión para reincidir con especial énfasis (y grandes beneficios monetarios) en el fraude, el dolo y la simulación rentable hasta convertirlos en fin único de su vida y esencia de sí mismos (son los grandes poderes económicos, sus testaferros políticos o sus voceros mediáticos). Y, frente a ella, una mayoría creciente de seres humanos para las que esas sofisticadas intrigas, ya sea por déficit de ambiciones o por superávit de honorabilidad, quedan más allá de su horizonte de posibilidades (son quienes se han visto obligadas a buscar refugio en la caridad privada o pública, en la delincuencia ocasional de baja intensidad o, directamente, en el suicidio).
En medio, sólo los restos en franco retroceso de la vieja clase media bien pensante... O sea, esa que siempre se consideró capaz de gestionar su propia felicidad (sea ésta lo que sea y tenga los correlatos que tenga).
Así que, si como decía Aristóteles la búsqueda de la felicidad es la esencia de lo humano, vivimos un tiempo de regresión de la humanidad porque, por una estabilidad acomodada (pocos) o por una precarización alienante de la vida que, en cualquiera de los casos, borran todo impulso auténtico de búsqueda, cada vez son más los seres ajenos a tal esencia. Y menos los que aún creen, con mayor o menor razón, que la pueden asumir...
Así están las cosas del patrimonio y del matrimonio. De espalda a la felicidad.
Nacho Fernández del Castro, 6 de Febrero de 2014

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