viernes, 7 de febrero de 2014

Pensamiento del Día, 7-2-2014



«Amantes y envidiosos de la libertad humana, y considerándola como la condición absoluta de todo lo que adoramos y respetamos en la humanidad, doy vuelta la frase de Voltaire y digo: si dios existiese realmente, habría que hacerlo desaparecer
(Mijaíl Aleksándrovich BAKUNIN; Priamújino, Tver, Imperio Ruso, 30 de mayo de 1814 - Berna, Suiza, 
13 de junio de 1876. Dieu et l'état  Dios y el Estado-, escrito fragmentariamente a principios de 1871 y publicado por primera vez en francés en 1882 -1992, por ejemplo, para una edición en castellano-.)
La verdad os hará libres, dicen que proclamaba Jesucristo (esa especie de sabio ácrata de O Evangelho Segundo Jesus Cristo, 1991, de José Saramago)... Pero, luego, venga decálogos y guías de buena conducta (¿para seres incapaces de guiarse por sí mismos?), venga institucionalización de una Iglesia sobre un buen montón de mitos,  falacias y mentiras (perdón, dogmas) como el de esa Santísima Trinidad, una y trina, o la infalibilidad de todos los sucesores –incluyendo egregios disolutos y avarientos de poder, como nuestros patrios Borgias- de aquel Pedro sobre cuya piedra edificó el invento...  
Así que no es extraño que aquel ácrata de carne y hueso, nacido hace ahora doscientos años, en su devoción única a la libertad como condición absoluto de lo humano, afease la hipocresía racionalista de los ilustrados franceses  (saber racional sin dioses para la burguesía pujante, religión para guiar y mantener bajo control al pueblo no ilustrado) para proponer la inversión del versillo volteriano, “si Dieu n’existait pas, il faudrait l’inventer”...
No, para el buen ácrata esa consideración instrumental de Dios como instrumento básico de control sobre “los parias de la tierra”, no puede ser más repugnante... Y lo es precisamente porque libera a Dios de todos sus atributos (incluida la existencia, más allá del debate medieval sobre la naturaleza de los términos universales  y, en consecuencia, la imposibilidad misma de considerar la existencia como un atributo más de los seres particulares) para obligar a la humanidad al seguimiento de unas normas cuya legitimación parece pasar a ser el único núcleo socialmente relevante de la esencia divina volteriana (¡qué tentación poner, donde se dice Voltaire, Alberto Ruíz Gallardón, José Ignacio Wert o Jorge Fernández Díaz, como arteros legitimadores, Rouco Varela mediante, de la contención del pueblo ante los designios de recorte y desregulación del sistema Montoro-De Guindos!; pero acaso fuera excesivo considerarlos tan ilustrados).
En fin, que al bueno de Mijail Aleksándrovich tales usos “racionales” de la divinidad, siempre le parecieron un poco insultantes para todo quien se sintiera siquiera un poco parte del pueblo... Por eso pensaba más bien lo contrario: Dios no existe (ese Dios personal siempre dispuesto a dictar lo que es bueno o malo, siempre presto a intervenir directa o indirectamente en el mundo), pero, si existiese, habría que eliminarlo. Precisamente para garantizar la realización plena de la esencia de todo ser humano (sea noble, burgués o plebeyo), la libertad.
¡Ojalá (término paradójicamente procedente de la expresión “law sha'a Allah” árabe, “si Alá quisiera”), en un marco material de justicia y solidaridad universales (más allá de la confianza bakuniniana en la bondad natural de toda persona, un poco ilusoria), algún día esa libertad sea posible!.
Nacho Fernández del Castro, 7 de Febrero de 2014

No hay comentarios:

Publicar un comentario