«Las seis de la mañana es el comienzo del día. Si el día empieza entonces,
faltan dieciocho horas para la así llamada medianoche que, para tanta gente, es
el fin del día.
A las seis de la
mañana, los animales y las cosas cercanas a los animales huelen el día y
sienten el día y los peces se dan vuelta y muestran sus vientres y miran la luz
mortecina que les llega al agua. Los pájaros, volando a gran altura, pueden ver
el borde del sol, y a ras de tierra, el polvo se confunde con la neblina que se
levanta, y surgiendo de esta neblina, como un castillo medieval, se halla una
prisión de forma octogonal.
En los muros de
la prisión, los que montan guardia, vuelven sus ojos sombríos y hueros a la
luz. Pronto cantarán los gallos y la luz volverá a brillar sobre la tierra.»
(Howard
Melvin FAST; Nueva York, 11 de noviembre de 1914 - Connecticut, 12 de marzo de 2003. Inicio
del “Capítulo I” de The passion of Sacco and Vanzetti, a New England
legend –La pasíon de Sacco y Vanzetti.
Una leyenda de la Nueva Inglaterra-, 1953 -2000, por ejemplo, para una edición en castellano-.)
Hace un
siglo, ¡cuánto tiempo!, nacía en Nueva York, cuando todavía era la ciudad donde
la Estatua de la Libertad anunciaba en
serio su voluntad de recibir con los brazos abiertos a todos los parias de la tierra, alguien que se convertiría en una de
esas rarezas “inequívocamente americanas”... Porque Howard Fast, hijo de
inmigrantes judíos (británica su madre, ucraniano su padre), acabaría por ser
un más que notable escritor de novela
negra, histórica y de ciencia ficción, guionista de cine y televisión, no
sin antes “hacerse a sí mismo”, temprano huérfano de madre, desempeñando mil
trabajos para sobrevivir errando por el país en autostop o como polizón en
viejos trenes, mientras se convertía en un lector voraz. También escritor
temprano, publica Two Valleys
con sólo dieciocho años, su genio
intelectual y sentido de la justicia
acabarán por llevarlo al Partido
Comunista de los Estados Unidos en 1944 (mientras escribía en la Voz de
América al servicio de Oficina de
Información de Guerra), por lo que fue llamado por el Comité de Actividades
Anti-Americanas y, tras negarse a divulgar nombres de los contribuyentes del Joint
Antifascist Refugee Comittee (una de las cuales era, curiosamente, Eleanor
Roosevelt) que ayudaba a los republicanos españoles en Francia, fue encarcelado
por tres meses en 1950 (bajo la acusación de desacato al Congreso) donde empezaría a escribir su monumental Spartacus,
base que Dalton Trumbo adaptaría para el guión de la genial película de Stanley
Kubrick de 1960. Claro que, antes de eso, Fast, ya en la Lista Negra, de vería
obligado, con la ayuda de algunos amigos y de los mínimos ahorros de su
compañera, a crear su propia editorial, Blue
Heron Press, para publicarlo (1951) y seguir luego publicando las obras de
otros autores de la maldita lista, mientras utilizaba pseudónimos (como el de E.V. Cunningham con el que publica todas
las novelas negras del detective nisei
Masao Masuto, hijo de inmigrantes nipones que trabaja en el Departamento de
Policía de Beverly Hills).
Fundador del Movimiento Mundial de la
Paz, de cuyo consejo rector formó parte en el primer
lustro de la década de los cincuenta y periodista del Daily Worker (periódico
del Partido Comunista), noveló con mirada limpia y afán de bien común muchas de las páginas míticas (los inicios de Hollywood
como meca del cine en Max,
1982, por ejemplo) o negras (la represión obrera en The passion of Sacco and Vanzetti,
a New England legend, 1953, por ejemplo).
Pero,
por desgracia, en el año del centenario del nacimiento de Julio Cortázar,
Martin Gardner, Marguerite Duras, William Burroughs, Adolfo Bioy Casares,
cuando hace ciento cincuenta años que naciera la madre de la novela gótica Ann Radclife, en el
bicentenario de Mijaíl Bakunin, es más que probable que nadie se acuerde de él...
¿No habrá servido su peculiar y dolorosa forma
de hacerse a sí mismo, tan ajena a los billetes de curso legal, para nada?.
Nacho Fernández del Castro, 20 de Febrero de 2014
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