jueves, 20 de febrero de 2014

Pensamiento del Día, 20-2-2014



«Las seis de la mañana es el comienzo del día. Si el día empieza entonces, faltan dieciocho horas para la así llamada medianoche que, para tanta gente, es el fin del día.



A las seis de la mañana, los animales y las cosas cercanas a los animales huelen el día y sienten el día y los peces se dan vuelta y muestran sus vientres y miran la luz mortecina que les llega al agua. Los pájaros, volando a gran altura, pueden ver el borde del sol, y a ras de tierra, el polvo se confunde con la neblina que se levanta, y surgiendo de esta neblina, como un castillo medieval, se halla una prisión de forma octogonal.



En los muros de la prisión, los que montan guardia, vuelven sus ojos sombríos y hueros a la luz. Pronto cantarán los gallos y la luz volverá a brillar sobre la tierra
 



(Howard Melvin FAST; Nueva York, 11 de noviembre de 1914 - Connecticut, 12 de marzo de 2003. Inicio del “Capítulo I” de The passion of Sacco and Vanzetti, a New England legend  –La pasíon de Sacco y Vanzetti. Una leyenda de la Nueva Inglaterra-, 1953 -2000, por ejemplo, para una edición en castellano-.)



Hace un siglo, ¡cuánto tiempo!, nacía en Nueva York, cuando todavía era la ciudad donde la Estatua de la Libertad anunciaba en serio su voluntad de recibir con los brazos abiertos a todos los parias de la tierra, alguien que se convertiría en una de esas rarezas “inequívocamente americanas”... Porque Howard Fast, hijo de inmigrantes judíos (británica su madre, ucraniano su padre), acabaría por ser un más que notable escritor de novela negra, histórica y de ciencia ficción, guionista de cine y televisión, no sin antes “hacerse a sí mismo”, temprano huérfano de madre, desempeñando mil trabajos para sobrevivir errando por el país en autostop o como polizón en viejos trenes, mientras se convertía en un lector voraz. También escritor temprano, publica Two Valleys con sólo dieciocho años, su genio intelectual y sentido de la justicia acabarán por llevarlo al Partido Comunista de los Estados Unidos en 1944 (mientras escribía en la Voz de América al servicio de Oficina de Información de Guerra), por lo que fue llamado por el Comité de Actividades Anti-Americanas y, tras negarse a divulgar nombres de los contribuyentes del Joint Antifascist Refugee Comittee (una de las cuales era, curiosamente, Eleanor Roosevelt) que ayudaba a los republicanos españoles en Francia, fue encarcelado por tres meses en 1950 (bajo la acusación de desacato al Congreso) donde empezaría a escribir su monumental Spartacus, base que Dalton Trumbo adaptaría para el guión de la genial película de Stanley Kubrick de 1960. Claro que, antes de eso, Fast, ya en la Lista Negra, de vería obligado, con la ayuda de algunos amigos y de los mínimos ahorros de su compañera, a crear su propia editorial, Blue Heron Press, para publicarlo (1951) y seguir luego publicando las obras de otros autores de la maldita lista, mientras utilizaba pseudónimos (como el de E.V. Cunningham con el que publica todas las novelas negras del detective nisei Masao Masuto, hijo de inmigrantes nipones que trabaja en el Departamento de Policía de Beverly Hills).



Fundador del Movimiento Mundial de la Paz, de cuyo consejo rector formó parte en el primer lustro de la década de los cincuenta y periodista del Daily Worker (periódico del Partido Comunista), noveló con mirada limpia y afán de bien común muchas de las páginas míticas (los inicios de Hollywood como meca del cine en Max, 1982, por ejemplo) o negras (la represión obrera en The passion of Sacco and Vanzetti, a New England legend, 1953, por ejemplo).



 Pero, por desgracia, en el año del centenario del nacimiento de Julio Cortázar, Martin Gardner, Marguerite Duras, William Burroughs, Adolfo Bioy Casares, cuando hace ciento cincuenta años que naciera la madre de la novela gótica Ann Radclife, en el bicentenario de Mijaíl Bakunin, es más que probable que nadie se acuerde de él... ¿No habrá servido su peculiar y dolorosa forma de hacerse a sí mismo, tan ajena a los billetes de curso legal, para nada?.
Nacho Fernández del Castro, 20 de Febrero de 2014

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