jueves, 12 de septiembre de 2013

Pensamiento del Día, 12-9-2013



«1
And then at midnight as we started to descend
into the burning valley of Gijón,
into its blacks and crimsons, in media res,
the crimson I faced was the smouldering maw
of a pile of newspapers lit long ago
and fanned up in the wind, breaking off and away
in flame-posies, small airborne fire-ships
endangering the house-thatch and the stacks
for we almost panicked there in the epic blaze
of those furnaces and hot refineries
where the night-shift worked on in their element
and we lost all hopes of reading the map right
and gathered speed and cursed the hellish roads.
2
Next morning on the way to Piedras Blancas
I felt like a soul being prayed for,
giddy and replenished all at once.
I saw men cutting aftergrass with scythes,
yet entering it as if it were home ground,
the Gaeltacht, say; in the nineteen fifties,
where I was welcome, but of small concern
to families at work in the roadside fields
who’d watch and wave at me from their other world
as was the custom stil near Piedras Blancas.
3
San Juan de la Cruz
had his dark night of the soul.
At San Juan de la Arena
it was a bright day of the body.
Two rivers flowed together under sunlight.
Watercourses scored the level sand.
The sea hushed and glittered outside the bar.
And in the afternoon the cockleshells
I threw together in a casual pile
bobbed and flashed on air like altar boys
with their quick tapers and responses
in the great re-echoing cathedral gloom
of distant Compostela, stela, stela
 
«I
 Y luego, a media noche, cuando empezamos a descender
hacia el ardiente valle de Gijón,
hacia sus negros y carmesíes, in media res,
era como si mi propio rostro ardiera otra vez
ante un montón de periódicos encendidos hace tiempo,
y avivado por el viento, roto y disperso
en ramilletes ígneos, naves de fuego volantes
poniendo en peligro los cobertizos y los almiares
pues nos atemorizó la épica llamarada
de aquellos hornos y ardientes fundiciones
donde el turno de noche se afanaba en lo suyo
y perdimos toda esperanza de descifrar el mapa correctamente
y aceleramos maldiciendo las infernales carreteras.
II
 A la mañana siguiente, rumbo a Piedras Blancas,
me sentí como un alma por la que alguien rezara,
mareado y totalmente repuesto a la vez.
Vi hombres segando rastrojos con guadañas,
que entraban en ellos como en terreno propio,
el Gaeltacht, pongamos; en los años cincuenta,
donde era bienvenido, aunque con interés escaso,
por familias que trabajaban los campos vecinos,
que me saludaban al avistarme desde su otro mundo
como era costumbre aún cerca de Piedras Blancas.
III
San Juan de la Cruz
tuvo su noche oscura del alma.
En San Juan de la Arena
era un día luminoso de los cuerpos.
Dos ríos fluían juntos bajo la luz del sol.
El curso de sus aguas rasgaba los lisos arenales.
El mar estaba en calma y esplendía más allá de los bares.
Y por la tarde, las conchas de berberecho
 tiré revueltas en montón casual
balanceándose y refulgiendo en el aire como monaguillos
con sus rápidos cirios y respuestas
en la muy resonante penumbra catedralicia
de la lejana Compostela, estela, estela
 

 (Seamus HEANEY; Country Derry, Irlanda del Norte, Reino Unido, 13 de abril de 1939 - Dublín, 30 de agosto de 2013; Premio Nobel de Literatura 1995.The Little Canticles Of Asturias” –“Los pequeños cánticos de Asturias”- en Electric Light –Luz eléctrica-, 2002 –edición en castellano de 2003-, *esta traducción es propia-.)

A veces, sólo a veces, nuestras ideas más abstractas o nuestros deseos más inconfesables, nuestros recuerdos más queridos o nuestras experiencias más vívidas deambulan libérrimamente sobre la realidad más cotidiana hasta confundirse con ella, mezclándose en dolorosa amalgama o en arrebato casi místico... Es ese, acaso, el principio de lo poético en los asuntos humanos.
Bien lo sabía Seamus Heaney, capaz de realizar esa fusión entre lo etéreo y lo concreto, entre las ensoñaciones y la praxis, a través de su mística de cristiano irlandés, para convertirla en un flujo de versos-río, breves y torrenciales, que desembocaban inexorablemente en el mar de la literatura más sublime.
No lo volverá hacer, pero aún nos asombra esa nebulosa precisión, esa concreción metafísica con la que, en una sorprendente dialéctica de la necesidad y el deseo, de la memoria y el detalle, plasmó las sensaciones de su paso por Asturias.
Y es que sin memoria nunca podremos comprender y mejorar los detalles que caracterizan cuanto nos rodea, sin deseo nunca podremos hacer una correcta evaluación de nuestras necesidades para tratar de adecuar la realidad a su satisfacción más completa... Pero, del mismo modo, sin una perspicaz captación de los detalles de nuestro mundo, la memoria será inútil nostalgia (como un Día de la Cultura que, fuera de su espacio y su tiempo, tras tantas traiciones y tanto desencanto, nunca podrá ser lo que fue); sin una criba minuciosa de nuestras necesidades, nuestros deseos quedarán a merced de dictados ajenos (sometidos a la dictadura del mercado en cualquier gran superficie comercial).
Por eso, más allá del respaldo a su modo de pensar o a su mística, hay que leer la obra que nos deja el bueno Seamus (y tantas plumas como la suya)... Para no olvidar nunca, en medio de esta sociedad inhóspita que precariza tantas vidas,  la urgencia permanente de reconocer esa dialéctica para vislumbrar, individual y colectivamente, cómo sobrevivir.    
Nacho Fernández del Castro, 12 de Septiembre de 2013

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