«...Los intelectuales de América
latina y de países latinos de Europa (…) éramos antiimperialistas en la década
de 1960, y por eso tuvimos dificultad en hablar inglés (podría citar una larga
lista de testimonios de artistas e intelectuales europeos y latinoamericanos de
primer orden, como el poeta Ángel González y el cineasta Theo Angelópulos).
Pero nuestra ignorancia, a veces prejuiciosa, del cine de Hollywood pudo
atenuarse cuando François Truffaut y otros miembros de la nouvelle vague francesa enseñaron a mirar con admiración las
películas de John Ford, Raoul Walsh, y sobre todo Hitchcock. De paso,
descubrimos que las relaciones entre el cine comercial y el de autor eran más
complejas que lo que predicaba la crítica marxista a la mercantilización de la
cultura.»
(Néstor GARCÍA CANCLINI; La Plata,
Buenos Aires, Argentina, 1 de diciembre de 1938.
Diferentes, desiguales y desconectados. Mapas de
la interculturalidad, 2004.)
Cuando Estados Unidos se conforma con una
papel ya secundario de “poli (bueno o
malo según el talante o imagen pública del presidente de turno) del mundo”, los ejes del verdadero
imperio se difuminan y transnacionalizan... Y, en consecuencia, ya no tiene
mucho sentido la vieja “resistencia progre”
al uso del inglés por ser la lengua
imperial. En realidad, el inglés (cualquier variante del inglés, incluida
la de Google, que para eso, en su tradición
liberalista, rechaza el control de la lengua por Academia alguna) se ha
convertido en la lengua franca del
presente, aquella que permite moverse por el mundo... Y, aunque pueda fastidiarnos
ese cierta actitud de superioridad ufana
de muchas gentes anglohablantes que “naturaliza”
su idioma hasta el extremo de extrañarse de que en cualquier rincón del mundo
alguien no los entienda, es, aquí y ahora, un salvoconducto comunicativo universal
y la única garantía de una fructífera transferencia del conocimiento entre
gentes y pueblos.
Hoy el foco y el problema está en otro
sitio... Y sabe que, para conquistar (económicamente) el mundo aún debe usar
instrumentalmente el inglés. Ya nadie niega el inmenso valor del cine del
Hollywood clásico, ya nadie niega que el cine comercial (como el cómic, como la
música popular, como el fútbol,... como parte de la cultura de masas) sostiene relaciones con el cine de autor muy complejas y dialécticas... Ya sabemos que en los
grandes santones de la rive gauche
parisina (o de cualquier otro centro cultural europeo relevante en el tercer
cuarto del siglo XX) había mucho de pose e impostura, incluso de tediosa
mediocridad o mortificación por la carencia de un adecuado respaldo industrial
para “su cultura”.
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