«Ciegos humanos, semejantes a la hoja ligera, impotentes
criaturas hechas de barro deleznable, míseros mortales que, privados de alas,
pasáis vuestra vida fugaz como vanas sombras o ensueños mentirosos.»
(ARISTÓFANES; Atenas, Grecia,
444 a.N.E.
- 385 a.N.E.. Las aves, 414 a.N.E.)
Ciegos, como temía en su genial parábola José Saramago (Ensaio sobre a Cegueira –Ensayo sobre la
ceguera-, 1995)... Ligeros e inconsistentes como metafísicamente sospechaba Milan
Kundera (Nesnesitelná lehkost
bytí –La insoportable levedad del ser-,
1984)... Impotentes como barruntaba el
grito existencialista de Carmen
Laforet (Nada, 1944)... Míseros y
frágiles como mostraba el implacable naturalismo
de Émile Zola (Germinal, 1885)... Rastreros y efímeros como
conjeturaba con violenta crudeza Boris
Vian/ Vernon Sullivan (J'irai cracher
sur vos tombes –Escupiré sobre vuestra tumba-, 1946)...
Vamos, que los seres humanos no somos muy de fiar y
bien lo sabían ya los comediógrafos de la antigua Atenas.
Así que ahora, cuando
la nueva Atenas vive aterrada y machacada por las imposiciones teutonas de ajustes y recortes,
mientras el mundo se encuentra globalmente consternado por las sombras y
ensueños mentirosos del capitalismo rampante, no es para andarse con comedias...
Sino para aunar resistencias desde la
solidaridad residual hasta alcanzar
las condiciones de posibilidad para
un mundo alternativo... Con otras
formas de ser humanos.
Nacho Fernández del Castro,
21 de Septiembre de 2013
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