domingo, 15 de septiembre de 2013

Pensamiento del Día, 15-9-2013



« [...] Comió una bullabesa en un restaurante pequeño y limpio, solo en un rincón. No obtuvo la satisfacción que esperaba. Seguramente habría que atribuirlo a su estado de espíritu. Había caído la noche. Las alamedas cara al mar estaban suavemente iluminadas y se oía el leve rumor de las olas. Se sentó en un banco. El aire era suave. Se sentía perezoso…»



(Georges Joseph Christian SIMENON; Lieja, Bélgica, 13 de febrero de 1903 - Lausanne, Suiza, 
4 de septiembre de 1989. Maigret et l’indicateur –Maigret y el confidente-, 1971
 -1972 para la primera edición en castellano-.)



No sólo la izquierda negra (Manuel Vázquez Montalbán, Jean-Claude Izzo o Petros Markaris) desgranan su deleite gastronómico, en las páginas de sus novelas... También el ala conservadora (Simenón por excelencia) lo hace.



Y hay, sin embargo, una diferencia tan curiosa como relevante... Mientras en la tradición progre la degustación de la comida es capaz de modular las propias actitudes, talantes y afanes, en la orilla más tradicionalista será precisamente el estado de ánimo el que module la calidad de las degustaciones. O sea que, mientras para aquéllos la realidad social se impone a su conciencia (tal como pensaba Marx), para éstos es la conciencia la que se impone a la realidad social (tal y como pensaba el idealismo).



Y es que, al final, eso que por comodidad, como atajo lingüístico, llamamos conciencia, no es mucho más que el reflejo psicobiológico del conjunto de relaciones que configuran nuestra realidad social.



Somos, en fin, lo que hacemos, y sólo el modo cómo lo hacemos hace que evolucione/involucione lo que somos (y, consiguientemente, lo que hacemos).



Así que sólo haciendo algo que merezca la pena podemos ser algo con cierta dignidad. Así que ¡manos a la obra!.



Nacho Fernández del Castro, 15 de Septiembre de 2013

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