«Cien civilizaciones se hallan enterradas bajo esta tierra.
De lo que fue vida, movimiento, agitación, amor, sólo subsiste la imagen en los
relieves de los hipogeos...»
(Enrique Gómez
Tible, conocido como Enrique GÓMEZ CARRILLO; Ciudad de
Guatemala, Guatemala,
27 de febrero de 1873 – París, Francia, 29 de noviembre
de 1927. La sonrisa de la esfinge, 1913.)
Así
que de esta vida miserable y alienada
para tanta gente (los más), de este movimiento continuo para no ir a parte
alguna y perdernos nosotros mismos en
tan absurdo tránsito, de esta agitación
neurotizante que nos mantiene en vilo sin expectativa ni esperanza,
de tantos espectros de un amor convertido
en mercancía a mayor gloria (consumista)
del Día de los Enamorados, apenas
quedará la imagen borrosa en las
reliquias artísticas que fueran oropel en las mansiones de los poderosos (los menos).
Dentro
de unos cuantos siglos ya nadie que no se dedique a la Historia o la Arqueología se acordará
de este oprobio globalizado, de esta
fase terminal de un sistema centrado en
la explotación y consumo de los recursos naturales y humanos. Pero seguirá
habiendo Historia y Arqueología porque el ser
humano es esencialmente histórico
y no cobra su sentido completo de
Humanidad sin una referencia a los vestigios
y reliquias del pasado de la especie.
Así
que, en ese futuro impreciso, acaso
la ciencia se asombre (y avergüence) de nuestros modos de vida, de la tenaz explotación
de unos seres humanos por otros, del irreflexivo
desgarro del planeta que diezma sus recursos y crea abismos de pobreza entre
sus habitantes... Sería, ciertamente, un acto de justicia poética diacrónica.
Lamentablemente,
en el plano sincrónico, no servirá ya
de consuelo o compensación para
cuantas personas padecen la violencia de
la miseria presente.
Nacho Fernández del Castro, 10 de Marzo de 2013
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