viernes, 8 de marzo de 2013

Pensamiento del Día, 8-3-2013



«La verdadera prosperidad de un pueblo, como la verdadera nobleza de los individuos, está basada en la educación. No necesito señalar su penetración y cuáles son los obstáculos a la difusión de la enseñanza. Se quiere al país sumido en la ignorancia para dominarlo mejor.»
 (Juana Paula MANSO; Buenos Aires, Argentina, 26 de junio de 1819 – 24 de abril de 1875.   
La Escuela de Flores, 1865.)
Acaso siempre ha sido igual... Tal vez siempre los poderosos, sus representantes políticos y sus voceros mediáticos se han ocupado de mantener a las buenas gentes en la ignorancia para tornarlas más sumisas... Quizás siempre han utilizado todos los instrumentos a su alcance (desde los medios de comunicación de masas hasta la propia escuela) para elaborar su ideología, disfrazada de papilla incolora, inodora e insípida a través de cuya ingestión imponían la visión del mundo más conveniente para sus intereses particulares...
Así lo intuyó, hace ya un siglo, esa pionera del feminismo y de la educación emancipatoria en Latinoamérica que fue Juana Manso... Y, sin embargo, su vida fue una constante lucha por el desarrollo de una escuela vinculada a ese ideal liberador, una escuela abierta a toda persona y capaz de transmitir el conocimiento con voluntad inclusiva.
Ella vivía, padecía y luchaba contra la discriminación de la mujer; y hoy, un siglo después, la mujer no sólo está socialmente discriminada (laboralmente, salarialmente, en la atribución de roles sociales y la valoración de los mismos, etc.), sino que, además, está socialmente incriminada... Tras la falsa emancipación que supuso la masiva incorporación femenina al mercado laboral, con asunción de una doble jornada (sumando a la alienación específica de su trabajo doméstico no retribuido, la alienación propia del trabajo por cuenta ajena en el que la realización de cada trabajadora o trabajador en el producto de su trabajo es enajenada a través de la apropiación de éste por un otro que se hace su dueño a cambio de un salario hoy menguante), la mujer pasa a ser la víctima propiciatoria (aunque no exclusiva) del sistema de explotación y consumo, que “la incrimina” continuamente por no tener nunca las piernas o las pestañas suficientemente largas, por no ser lo suficientemente sexy o lo suficientemente buena madre, por no ser lo bastante eficiente en su trabajo y distraerse con sentimentalismos hogareños... O sea, por cada déficit en lo público o en lo privado que nunca será reprobado en el caso de los varones.
Varones (sobre todo) y también féminas somos responsables, pues, de sostener, más o menos alegremente, esta sociedad (y sus instrumentos de creación cultural y transmisión de conocimiento) que discrimina e incrimina a las mujeres concretas... Hora es, por tanto, de poner en marcha la tarea colectiva de cambiar las condiciones de la vida concreta para transformas con ellas nuestras visones del mundo. Lo demás es folclore y flatus vocis.
Nacho Fernández del Castro, 8 de Marzo de 2013

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