martes, 5 de marzo de 2013

Pensamiento del Día, 5-3-2013



«El señor Paul Bourget, eunuco por vocación y uno de los aficionados más ilustres al lugar común, se ha tomado la molestia de recomendar éste. No haré a mis lectores la ofensa de recordarles el título del importante libro vertebrado por esta fórmula. Parece muy cierto, en efecto, que los niños no piden tanto. Esa es su manera de rozar el estado divino, y es por eso, sin duda, por lo que pueden agradar en ocasiones al alma religiosa del Burgués, que adora por encima de todo que no se le pida nada.»
 (Léon BLOY; Notre-Dame-de-Sanilhac, Dordoña, Francia, 11 de julio de 1846 - Bourg-la-Reine, 
3 de noviembre de 1917. Refiriéndose al lugar común “Ningún niño pide nacer” en Exégèse des lieux communs -Exégesis de los lugares comunes -, 1902, 1913 -2007 para la última edición completa en castellano-.)
Con voluntad de asentar las “buenas convenciones” la burguesía bien pensante reitera su salmodia de lugares comunes sin sonrojo... Ayer decía, por ejemplo, que “ningún niño pide nacer” (¿acaso las niñas sí?) más convencida del valor intrínseco de cuanto nada pide que del deber inexcusable de cuidado de una prole que aún no puede valerse aún por sí misma... Hoy el pensamiento burgués, teñido de entusiasmo neoliberal, sigue y extiende su tarea de “naturalizar su ideología” en base a lugares comunes tan indemostrables como falaces: “todo lo público significa despilfarro de recursos e ineficiencia de servicios”, “todo lo privado significa ahorro de recursos y eficacia de servicios”, “sólo el espíritu emprendedor hace avanzar las sociedades”, “todo lo que tiene valor debe ofrecerse en el mercado para, mediante la fijación de su precio de equilibrio, ajustarlo socialmente a sus posibilidades de negocio”, “sólo los individuos, y el egoísmo que busca lo mejor para sí mismo, garantizan el desarrollo de los pueblos”, “la única función del Estado debe ser velar por el respeto de la libertad, entendida, ante todo, como libertad de iniciativa y de empresa”, etc..
Son incomprobables porque, de hecho, en multitud, de casos se comprueba exactamente lo contrario: con menos recursos los sectores públicos prestan mejores servicios que los privados (sobre todo, cuando son poco susceptibles de convertirse en negocio; sólo con espíritu emprendedor no habría siquiera producción directa que colocar en los mercados...
Son falaces  porque pretenden “vender gato por liebre” con pseudoargumentos torticeros: multitud de cosas, como la salud o la educación, precisamente porque tienen un gran valor carecen de precio (no son “negociables”); la confianza en que la resultante del estímulo del egoísmo infividual dará como resultado la maximización del beneficio social, gracias a la intervención de la “mano oscura del mercado” es más propia pensamiento mágico que del mundo de las “buenas razones”...
Y es que ya se sabe: la libertad sin matices de justicia (así, cotidianas, sin las mayúsculas de esos valores que las moralinas al uso petrifican), deriva en la más insolidaria de las desigualdades. Hasta un místico transgresor como León Bloy lo intuía hace un siglo.
Nacho Fernández del Castro, 5 de Marzo de 2013

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