martes, 12 de marzo de 2013

Pensamiento del Día, 12-3-2013



«Tendido en el diván, envuelto en la caricia blanda del pijama, satisfecho de sus horas de trabajo y con una felicidad en el corazón, que de tanta, de tanta, casi le dolía..., esperaba y perdía el pensamiento y la mirada hacia el fondo de etérea inmensidad que, cortado por las góticas torres blancas y rojas de San Pablo, el cielo abría sobre el retiro. Las nubes, las torres, las frondas, teñíanse a través de las vidrieras del hall en palidísimos gualdas y rosas y amatistas



(Felipe TRIGO Y SÁNCHEZ; Villanueva de la Serena, Badajoz, 13 de febrero de 1864 - Madrid, 2 de septiembre de 1916. Los abismos, 1913.)



A veces, acaso pocas, somos capaces de sentirnos bien, conformes con nuestros actos y cálidamente protegidos, casi felices, en medio de este mundo inhóspito...



Y, claro, en esas ocasiones solemos estar en alguna suerte de retiro o refugio, físico y afectivo, que nos permite mirar las cosas y la vida con la distancia suficiente para sentirnos a salvo de sombras y penurias, para creernos en disposición de disfrutar de todo lo bueno y venturoso.



¡Ah!, pero la felicidad es efímera, y más en tiempos de precariedad y oprobio globalizado, así que pronto nos damos cuenta de que el cobijo nunca es completo e implica niveles de clausura poco compatibles con la verdadera sensación de estar vivo.



Porque, en el fondo, la vida no es sino la asunción permanente (y, a poder ser, racional) de riesgos... Permanecer envueltos en la calidez blanda de lo absolutamente seguro, recreándonos en nuestra propia y satisfecha probidad y mirando el entorno desde lejos como un paisaje de colores y temores rebajados por la distancia, es algo, supongo, muy parecido al sosiego de la muerte.

Nacho Fernández del Castro, 12 de Marzo de 2013

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