jueves, 7 de marzo de 2013

Pensamiento del Día, 7-3-2013



«Un día de enero de hace treinta años, la pequeña ciudad de Hanover, anclada en la meseta de Nebraska, intentaba que no se la llevara el viento. Una neblina de ligeros copos de nieve se arremolinaba en torno al puñado de edificios bajos y sin gracia que se amontonaban sobre la pradera gris bajo un cielo gris. Las viviendas se distribuían caprichosamente por el duro terreno de la pradera; algunas tenían aspecto de haber sido colocadas allí durante la noche, y otras parecían alejarse por si solas dirigiéndose directamente a las llanuras abiertas. Ninguna daba la sensación de permanencia y el viento ululaba y soplaba tanto por debajo como por encima de ellas.»
 
 (Wilella Sibert Cather, conocida como Willa CATHER; Black Creek Valley, Virginia, Estados Unidos, 
7 de diciembre de 1873 - Nueva York, 24 de abril de 1947.  O Pioneers! –Los colonos-, 1913 
-1956 para la primera edición en castellano, con traducción reciente como Pioneros en 2001-.)
Con relativa frecuencia encontramos recreaciones literarias de paisajes que nos recuerdan nuestro mundo... Y, en efecto, el mundo del aquí y del ahora se parece curiosamente al desvalido, frágil y  diminuto Hanover nebrasqueño de los pioneros que Willa Cather nos describía hace un siglo.
Esa condición mesetaria abismada hacia las llanuras abiertas de una globalización cuyas desigualdades resultan ya insoportables, ese desamparo ante el vendaval de un neoliberalismo “sin complejos” que privatiza beneficios y socializa pérdidas, esa confusión de la perenne neblina de una nieve también mísera como la intemperie en la que vive esta sociedad cuyas instituciones languidecen al servicio de los (económicamente) poderosos, esa desesperanza de unos edificios de aspecto tan precario como las condiciones de vida a las que nos condena la imposición de una ideología economicista sobre la política.
Todo es gris y sin gracia en aquel poblachón y en este mundo en el que casi todo lo hermoso y osado está prohibido o demonizado, donde el grito de la diversidad de colores es considerado ataque brutal contra el sistema.
Pero lo dicho, allí y aquí, entonces y ahora, la precarización de la vida y la insoportable levedad del ser contemporáneo sometido al oprobio concreto o globalizado no puede perdurar a largo plazo... Así que habrá que ir creando el caldo de cultivo colectivo para velar porque el cambio inevitable no sea a peor.
Nacho Fernández del Castro, 7 de Marzo de 2013

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