«Orden, el Orden.- ¡Cuántos crímenes se cometen
en tu nombre! (V.libertad). [...]
Libertad.- ¡Oh libertad!. ¡Cuántos crímenes se
cometen en tu nombre!.
Tenemos las libertades que son necesarias. La
libertad no es licencia (frase conservadora).»
(Gustave
FLAUBERT; Ruan, Alta Normandía, Francia, 12 de diciembre de 1821 –
Croisset, Baja Normandía,
8 de mayo de 1880. Dictionnaire
des idées reçues –Diccionario
de lugares comunes-,
Edición póstuma en 913 –edición en castellano,
por ejemplo, de 2005-.)
Resulta curioso no sólo que ese lugar común que llamamos “el común de los mortales” se afana en
aplicar idénticos lugares comunes, “¡cuántos crímenes se cometen en tu nombre!”
según la expresión de Flaubert, para términos como “orden” y “libertad”, sino,
y sobre todo, que, incluso en mentes juiciosas y sentenciosas como la del genio
ruanés tan ocupado en su eterna búsqueda de la mot juste, tal curiosidad
parezca derivar de un implícita consideración de tales términos como opuestos.
Y
esto es así porque la mot juste, la palabra exacta que se opone a “orden” no es
“libertad”... “Orden” tiene como antónimos por excelencia “desorden” y “caos”,
o, en todo caso, “descolocación”. “Libertad” tiene por antónimos eminentes “esclavitud”
o “predestinación”, y, en sus posibles extensiones, “prisión”, “dependencia”, “rigidez”
o, incluso, “recato”.
Pero
suponer que la libertad y el orden son incompatibles es participar,
de algún modo, de esas prácticas torticeras de los gobiernos de turno que
arrojan sobre cualquier expresión de
libertad leyes de conveniencia, amparándose en hipotéticos consensos sociales, o porras y togas, parapetándose tras el
arcano “Dura lex sed lex”... Sí, la
ley es dura pero es la ley que conviene a los amos del mundo para que sus testaferros
políticos impongan su orden.
Nacho Fernández del Castro, 17 de Marzo de 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario