«Ya espera el carro de la farsa
vuestro permiso en la cancela
del jardín: Traigo en mi comparsa
a Pierrot y Polichinela...»
(Ramón María
del VALLE-INCLÁN; Vilanova de Arousa, 28 de octubre de 1866 –
Santiago de Compostela,
5 de enero de 1936. La Marquesa Rosalinda:
farsa sentimental y grotesca, 1913.)
Aquí sigue la farsa con su Pierrot barbado
e inmutable metiendo sus shsh al
final de cada palabra para ponerse de
lado y ver si libra; con sus Polichinelas
recaudando
generosas dádivas privadas para repartirlas
entre sí en sobres privadísimos y devolverlas
a los rumbosos convertidas en contratos y subvenciones muy públicas; con
sus figurantes perdidos entre la
oposición a su necesidad de justificarse oponiéndose y las urgencias de ver qué
se hace con quienes, desde sus propias filas, se les oponen... ¡Qué comparsa,
señores!... Hasta sería divertida si uno pudiera verla desde fuera, desde algún
jardincito tranquilo, como si nada.
El
problema es que la comparsa, el carro de la farsa, los trajes, el comediógrafo
y hasta esos papeles en los que éste va anotando sus hazañas los pagamos entre
todos... Y mucha gente está sufriendo terriblemente con un espectáculo que,
para ella, se torna, cada día más, en tragedia...
Por
eso, tal vez hartos de representaciones
tan chuscas, se siguen bajando de este carro prematuramente intérpretes como
ese Pepe Sancho, El Estudiante, honesto
y seductor bandolero de Curro Jiménez (TVE ,1977-1978), convertido en su última etapa en especulador y
estafador sin escrúpulos (como el Don Pablo Ramírez Sañudo de Cuéntame
cómo pasó –Grupo Ganga para La 1 de TVE, 2001 a
2008- o el Rubén Bertomeu de Crematorio –Mod Producciones para Canal+
y La Sexta, 2011-), o como Tony Ronald, brisa de modernidad que diseminó un poco de la
caspa del panorama musical franquista... ¡Help,
ayúdame!.
Nacho Fernández del Castro, 3 de Marzo de 2013
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