lunes, 4 de marzo de 2013

Pensamiento del Día, 4-3-2013



«Las cumbres de los alrededores están tapizadas de hierba verde y lisa, a veces salpicadas de pequeños almiares. Los caballos descienden a un trote bastante regular. A veces patinan, arrastrados por el coche, pero no se caen. Al leer las novelas rusas se tiene la impresión de que en Rusia los coches van a velocidad loca. También en los grabados que representan correos rusos se ve, por lo general, a los caballos correr tocando con el vientre en el suelo y el látigo del cochero ondeando en el aire. Nos habíamos imaginado, pues, que íbamos a atravesar de un galope el Cáucaso, a rienda suelta, con los cuatro caballos, para encontrarnos al otro lado del macizo, como energúmenos.
Nos sorprendió comprobar que la marcha era, en realidad, muy razonable, ya porque Cornelio Gregorievitch fuese un cochero extremadamente prudente, lo cual era una verdad absoluta, ya porque los artistas rusos hubieran exagerado, lo cual también era cierto. Ningún coche de los que vimos durante el viaje iba demasiado aprisa.
»
 , nacido Knut Pedersen; Lom, Noruega, 4 de agosto de 1859 – Grimstad, 19 de febrero de 1952. I Æventyrland –En el país de los cuentos-, 1903 -1913 para la primera edición en castellano-.)
Casi podemos sentir los cascos de los caballos de Miguel Strogoff derrapando por la estepa o sacando chispas sobre el tosco empedrado de cualquier callejuela... Pero no. Parece que ese imaginario de correos zaristas ultrarrápidos y cosacos lanzando sus monturas al galope más desbocado y temerario es pura hipérbole, licencia poética sin correlato en realidad alguna...
Es como esas altísimas instancias del Ministerio de Empleo empeñadas en convertir reiteradamente los aumentos de las cifras del paro (incluyendo ya la superación de los terribles cinco millones de personas registradas) en casi optimistas “desaceleraciones del ritmo de crecimiento del paro registrado en un duro contexto de recesión”...
El optimismo que adopta ante el mundo, por lo que los nuevos mercachifles mentales llaman asertividad, por conveniencia o por simple hipocresía, una actitud de embellecimiento lírico o aliteración refinada es, en el fondo, puramente conservador.
¿Para qué mejorar los correos del zarismo si su rapidez ya era proverbial?... ¿Para qué probar nuevas políticas de empleo si las reformas laborales ya están logrando tan loables “desaceleraciones del desempleo registrado” (por mucho que se esté en el record Guiness particular de paro desde que existen registros)?.
Es un principio básico del espíritu conservador: no hay que dejar nunca que la cruda realidad nos estropee una hermosa metáfora, una hipérbole oportuna, un eufemismo exquisito... Y, por ello, los discursos políticos al uso, todos ellos conservadores (pues persiguen, ante todo, que quienes los hacen puedan perpetuarse) se llenan de estos recursos y se tornan anafóricos... Sembrados de reiteraciones y repeticiones para ver si, así, pueden seguir convenciendo a alguien.
Por fortuna, tanta y tan pésima literatura comienza a cansar ya al personal, que se pone un poco metafísico cuando no come (como les sucede a Babieca y Rocinante según cuentan en el soneto preliminar de la primera parte del Quijote).  
Nacho Fernández del Castro, 4 de Marzo de 2013

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