«El sistema político occidental es el resultado del anudamiento de dos elementos heterogéneos que se legitiman y se consolidan mutuamente: una racionalidad político-jurídica y una racionalidad económico-gubernamental, es decir, una "forma de constitución" y una "forma de gobierno". ¿Por qué la politeia queda atrapada en esta ambigüedad?. ¿Qué es lo que otorga al soberano (al kyrion) el poder para asegurar y dar garantía de su unión legítima?. ¿No se tratará acaso de una ficción, destinada a encubrir el hecho de que el centro de la máquina está vacío, de que no hay ninguna articulación posible entre uno y otro elemento, entre una y otra racionalidad?.»
(Giorgio Agamben; Roma, 1942. "Notas preliminares sobre el concepto de democracia" en La democracia en suspenso, 2009)
Miramos con estupor y enojo, con indignación a veces, cómo la política va siendo sustituida por la economía (en su versión más neoliberal)... La diferenciación entre los políticos y los técnicos (economistas) se ha ido diluyendo bajo el imperio de los mercados. Y en ello, tal vez, en esa imposibilidad consustancial de encontrar una articulación entre lo político y lo económico que no excluya radicalmente toda posibilidad de verdadera participación democrática, radica el carácter ficticio y ritual de nuestros sistemas de gobierno. Nuestros representantes no nos representan precisamente porque, al elegirlos, no elegimos siquiera una política económica (que vendrá inexorablemente dictada por el Banco Central Europeo, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial), sino únicamente los grupos de interés económico y mediático que, en lo más próximo, obtendrán la primacía en la creación y afianzamiento de nuestros imaginarios sociales... Sólo explicitando esto en cada calle o plaza, en cada blog o web, en cada rincón de un espacio público cada día más residual, podemos luchar contra esa periódica pantomima pseudodemocrática.
Nacho Fernández del Castro, 23 de Mayo de 2011.
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