jueves, 26 de mayo de 2011

Pensamiento del Día, 26-5-2011

«¿Hay alguna forma de que la gente pueda tener acceso a los sencillos poderes que han de compartirse necesariamente para que podamos alcanzar hoy alguna forma, igualmente modesta, de autolegislación?. ¿Quiere la gente alcanzar realmente la libertad que la democracia promete?. Y en caso negativo, ¿es posible reavivar en las personas ese deseo perdido?. ¿Cabe considerar probable que dicha libertad ofrezca beneficios para el mundo?. ¿Qué tipo de freno o límites requiere la democracia?. Y si no podemos señalarlos, ¿debemos seguir considerando posible el sistema democrático?. ¿Son compatibles dichos límites con la creciente globalización, con la idea de una justicia global, de una ciudadanía planetaria?. Aunque lográramos dar respuesta a estas preguntas, continuaríamos enfrentándonos a la más difícil de todas: ¿cómo puede el demos identificar los poderes que han de ejercerse en común (y hacerse con ellos) si la democracia está llamada a reducirse a una mera pátina de legitimidad con la que justificar su inversión?.»

 (Wendy Brown; Profesora de Ciencia Política en la Universidad de California, Berkeley.

"Democracia finita e infinita" en La democracia en suspenso, 2009)

 

Hoy, aquí y ahora, la democracia parlamentaria apenas es un mecanismo simbólico para generar una legitimidad ficticia, ajena a toda representatividad real. Con mayorías abstencionistas y el desprecio de otra paradójica mayoría de "votos minoritarios" los convencionalismos estadísticos de la gobernabilidad imponen un espejismo bipartidista a la participación popular. ¿Qué acceso efectivo tiene la ciudadanía a la decisión sobre los temas que más directamente la afectan (las condiciones laborales o la captación/deslocalización de grandes empresas, la gestión medioambiental o el control del precio de la vivienda, la mejora de la educación y la salud públicas o la configuración de las ciudades,...)?... ¿Por qué la gente se muestra tan sumisa ante las promesas de los poderes (públicos y privados) de seguridad en detrimento de la libertad?... ¿Es priorizar la libertad individual lo mejor para el conjunto de la ciudadanía?... ¿Quién cuándo y cómo debe poder decidir sobre todo esto?... ¿Siguen teniendo sentido los límites demográficos de las democracias nacionales (y locales) a la hora de tomar decisiones relevantes en un mundo cada vez más interrelacionado?. En suma, ¿qué hacer para identificar los interlocutores válidos (el moderno demos) para la toma de cada decisión relevante y cómo "revolucionar" los cauces de participación para que, efectivamente, puedan hacerlo desde perspectivas universalistas?.

Nacho Fernández del Castro, 26 de Mayo de 2011.

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