lunes, 10 de diciembre de 2012

Pensamiento del Día, 10-12-2012



«En el ámbito de las finalidades todo tiene o un precio o una dignidad. En el lugar de aquello que tiene precio se puede poner otra cosa como equivalente; en cambio, aquello que se encuentra por encima de todo precio y, por tanto, no admite nada equivalente, tiene dignidad.
Aquello que se refiere a las inclinaciones universales y necesidades humanas tiene un precio de mercado; aquello que, también sin presuponer necesidades, es conforme a cierto gusto, o sea, a una complacencia en el puro juego, sin ninguna finalidad, de nuestras facultades anímicas, tiene un precio afectivo; pero aquello que constituye la condición única bajo la cual algo puede ser fin en sí mismo no tiene meramente un valor relativo, o sea, un precio, sino un valor interior, esto es, dignidad.»




(Immanuel KANT, Königsberg, Prusia Oriental –hoy Óblast de Kaliningrado, libremente asociado a Rusia-, 
22 de abril de 1724 –12 de febrero de 1804. Grundlegung zur Metaphysik der Sitten 
–Fundamentación de la metafísica de las costumbres-, 1785 –edición en castellano, entre otras, de 1994-.)



La dignidad, desde luego, es un algo impreciso y etéreo con lo que, con frecuencia han jugado los poderes establecidos y sus intermediarios intelectuales (religiones, pseudofilosofías y supercherías de variopinto pelaje) para convencer al vasallaje de tan volátil condición radica precisamente en la sumisión callada, bien sea porque las desigualdades materiales, por muy insoportables que puedan parecer, son conformes a alguna voluntad divina (capaz de validar que se pase por las armas a los albigenses y sus vecinos o que se mande a la hoguera a Miguel Servet, Juana de Arco o Giordano Bruno, como “seres indignos”) o bien porque, simplemente, están fundadas en la propia naturaleza de las cosas.

La máxima dignidad, nos dirá el cristianismo, está en la aceptación resignada del sufrimiento en esta vida, valle de lágrimas, pues ello nos garantizará el premio eterno en la otra (premio sobre el que, además y de momento, no parece tener poder alguno el largo brazo impositivo de Hacienda).

Es precisamente la modernidad, sobre todo en su vertiente racionalista-idealista (ya que la empirista siempre tuvo veleidades pragmáticas que, más allá de la santa laicidad de Hume, hacían, por ejemplo, que Locke, a la vez que sostenía teóricamente la unidad de la naturaleza humana y lo nuclear de la tolerancia como principio básico de convivencia, participase lucrativamente en empresas de tráfico de esclavos), la que constituye, en el mismo proceso que da origen al Estado-nación, a los sistemas educativos nacionales, a la sociedad burguesa, a la Déclaration des droits de l'homme et du citoyen (aprobada por la Asamblea Nacional Constituyente francesa el 26 de agosto de 1789) o a Los Derechos del Hombre (aireados por Thomas Payne en 1791), la dignidad como núcleo universal de la condición humana... En términos kantianos, la dignidad es precisamente lo que hace que cada ser humano sea un fin en sí mismo, o, dicho de otro modo, posea una dimensión moral inalienable que lo configura como ser autónomo, capaz de dictarse sus propias normas en cuanto “deseablemente universales”.

Ahora bien, ¿supuso un consuelo esa atribución de dignidad intrínseca a los seres humanos concretos (hombres, mujeres, niñas y niños) que, un siglo después, eran bestialmente explotados en las minas del siglo XIX?... Seguramente no, porque, embrutecidos por un trabajo brutal, no podían vivir ni morir “con la dignidad puesta”.

Así que cuidado con las palabras de “buen rollito”... Las carga el diablo y suelen acabar siempre como instrumento utilizado en contra de la buena gente a la que, supuestamente, protegen... Así, por ejemplo, la democracia.
Nacho Fernández del Castro, 10 de Diciembre de 2012

1 comentario:

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    Llevo unos diez años DESASNáNDOme, con las muchas enseñanzas, "GRATUITAS ADEMÁS", de Nacho.

    ResuMIendo:
    'Todas'LAS GRACIAS, amigo'MAGISTER'.

    Somos much@s los que callamos "LO QUE HACES".

    "Lujazo de que nos DES'asnes' "

    24/O4/2.016

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