domingo, 9 de diciembre de 2012

Pensamiento del Día, 9-12-2012



«Oh ser un capitán de quince años
viejo lobo marino las velas desplegadas
las sirenas de los puertos y el hollín y el silencio en las barcazas
las pipas humeantes de los armadores pintados al óleo
las huelgas de los cargadores las grúas paradas ante el
               cielo de zinc
los tiroteos nocturnos en la dársena fogonazos un cuerpo
               en las aguas con sordo estampido
el humo en los cafetines
Dick Tracy los cristales empañados la música zíngara
los relatos de pulpos serpientes y ballenas
de oro enterrado y de filibusteros
Un mascarón de proa el viejo dios Neptuno
Una dama en las Antillas ríe y agita el abanico de nácar
                bajo los cocoteros.»
 (Pere GIMFERRER TORRENS; Barcelona, 22 de junio de 1945; Premio Nacional de Poesía 1966 y 1989, Premio Nacional de las Letras Españolas 1998. Poema que da título al libro Arde el mar, 1966.)
Tentados por nuestros imaginarios literarios favoritos, podemos querer sentirnos, contra las hostiles sombras del presente, pequeños lobos de mar dispuestos a pasar rápidamente de grumetes a almirantes, aprendices de la vida librados a nuestra suerte en las orillas del Mississipi, lazarillos forzados a aprender cada día a buscarnos mejor la vida a costa de lo que sea... Y podenos sentirnos rodeados de peligrosos filibusteros y sensuales odaliscas, enigmáticos marinos de pecho tatuado y gánsteres de gatillo fácil, hidalgos venidos a menos y hermosas taberneras... Podemos respirar los humos de los cafetines portuarios de Buenos Aires o inundarnos de los claros de luna bajo los cocoteros caribeños, intuir la sensación de abismada libertad de unas velas henchidas por el viento mientras crujen los mástiles de nuestra nave o desgranar cantinelas de seres mitológicos y peligros secretos...
Pero, al final, lo sabemos las dichas y los quebrantos, los peligros y las seguridades, están aquí, a nuestro lado. Gozamos y sufrimos con quienes nos rodean, todavía, pese a que existan tantos y tan poderosos intereses para que el mundo se torne, un poco más cada día, en una desgracia de saramaguiano ensayo sobre la ceguera.
Por eso no podemos, sin más, lanzarnos al abrigo de imaginarios confortables, sino utilizarlos como refugio y contraste para poder ver mejor lo que nos rodea...  Para verlo con muchos ojos, con todas las miradas. Y, viendo, actuar en consecuencia.
Nacho Fernández del Castro, 9 de Diciembre de 2012

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