«Oh, alma mía, no aspires a la vida
inmortal,
pero
agota el campo de lo posible.»
(PÍNDARO; probablemente Cinocéfalos,
Beocia, Hélade, hacia el 518 a.N.E.-
Argos, Argólida, 438 a.N.E..
III Pítica.)
Sí,
ya sabemos que los castings de Gran Hermano o cualquier talent show al uso congregan mucha gente en busca de una fama más o
menos fácil, pero ¿qué son dosmil, veinte mil o, incluso, doscientas mil
personas sobre el total de una población precarizada?... Son, de hecho, más o
menos lo mismo que en cualquier ciudad media convoca la apertura de una bolsa
de trabajo para una empresa pública de limpieza urbana, por ejemplo.
Y
en estos “castings laborales de la precaridad precarizada” es donde está la
realidad sociológica de nuestra
sociedad... Personas que amedrentadas por la amenaza visible de la exclusión
social reciben cualquier frágil aliento, por muy efímero que sea, como
el azaroso premio en cualquier lotería... Y, precisamente para eso, montan las
autoridades el espectáculo del curro sometido al bombo de la suerte o el paso
del empleo público al ente autónomo de Loterías
y Apuestas del Estado.
Evidentemente,
así no hay quien aspire a la inmortalidad... Con hacer una sustitución estival
para la limpieza de playas ya va uno que chuta.
Lo
malo es que, perdidas en ese juego de las suertes propicias o esquivas, las
buenas gentes hacen, por un lado, florecer el negocio de brujas, astrólogos, nigromantes
y otros míseros mercachifles del
infortunio ajeno, y se olvidan, por otro, del sabio consejo de Píndaro,
desatendiendo lamentablemente la exploración
concienzuda del ámbito de lo posible.
Nacho Fernández del Castro, 23 de Diciembre de 2012
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