miércoles, 19 de diciembre de 2012

Pensamiento del Día, 19-12-2012



«Los hombres lloran porque las cosas no son lo que deberían ser.»
(Albert CAMUS;  Mondovi, Argelia, 7 de noviembre de 1913 - Villeblevin, Francia, 4 de enero de 1960. 
Calígula, Acto I - Escena XI, 1944.)
Desde la antigua Roma (y antes) los tiranos más eficientes en lo suyo (o sea, en hacer de su capricho ley e imponerla por las bravas) se dieron cuenta de que eso que llamaban pueblo (plebe, populacho, chusma, canalla o turba en su más sincero subconsciente), hábilmente manejado a través de los instrumentos de comunicación (desde los escribanos a los filósofos de cabecera) de cada época, aceptaría la naturalización de ese capricho (repetido como un mantra hasta convertirlo en sacro dogma)... Es más, las leves resistencias y disidencias que osaran enfrentarse a ese imaginario teologizado (con frecuencia el tirano se atribuía explícitamente una condición divina) apenas podrían responder con otra cosa que lágrimas de impotencia para señalar la distancia insalvable entre lo dado y lo deseable.
La verdad es que las cosas no han cambiado mucho: las urnas son el instrumento que diviniza una casta política, legitimándola formalmente para ejercer la representación sobre el terreno de los verdaderos dioses, los amos del mundo llamémoslos como queramos según nuestra versión favorita de la revelación neoliberal (Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, Troika, gran industria transnacional, Mercados o, en una regresión idolátrica un poco pagana, simplemente la Merkel)... El resto es lo de siempre, medios de comunicación dedicados con ahínco a extender la buena nueva del ajuste estructural inevitable (con promesas vagas de un más allá venturoso) y porras y togas para que “quienes lloran lo hagan por algo”.
El problema es que ya empieza a ser demasiada gente la que llora (lloramos)... ¿Qué pasaría si, abandonando la contrariedad casi infantil ante lo que debería ser y no es, dejáramos de llorar para ver, aclarar las ideas, y actuar?.
Nacho Fernández del Castro, 19 de Diciembre de 2012

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