«Los hombres lloran porque las cosas no son lo que deberían ser.»
(Albert CAMUS;
Mondovi, Argelia, 7 de noviembre de 1913 - Villeblevin, Francia, 4 de
enero de 1960.
Calígula, Acto I -
Escena XI, 1944.)
Desde la antigua Roma (y antes) los tiranos más eficientes en lo suyo (o
sea, en hacer de su capricho ley e
imponerla por las bravas) se dieron cuenta de que eso que llamaban pueblo (plebe, populacho, chusma, canalla
o turba en su más sincero subconsciente), hábilmente manejado a través de los instrumentos de comunicación (desde los
escribanos a los filósofos de cabecera) de cada época, aceptaría la naturalización de ese capricho (repetido
como un mantra hasta convertirlo en sacro dogma)... Es más, las leves resistencias
y disidencias que osaran enfrentarse
a ese imaginario teologizado (con
frecuencia el tirano se atribuía explícitamente una condición divina) apenas
podrían responder con otra cosa que lágrimas de impotencia para señalar la
distancia insalvable entre lo dado y lo deseable.
La
verdad es que las cosas no han cambiado mucho: las urnas son el instrumento que diviniza
una casta política, legitimándola formalmente
para ejercer la representación sobre el
terreno de los verdaderos dioses, los amos
del mundo llamémoslos como queramos según nuestra versión favorita de la revelación neoliberal (Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, Troika, gran industria
transnacional, Mercados o, en una
regresión idolátrica un poco pagana, simplemente la Merkel)...
El resto es lo de siempre, medios de
comunicación dedicados con ahínco a extender
la buena nueva del ajuste estructural inevitable (con promesas vagas de un más allá venturoso) y porras y togas para que “quienes lloran
lo hagan por algo”.
El
problema es que ya empieza a ser demasiada gente la que llora (lloramos)... ¿Qué
pasaría si, abandonando la contrariedad casi infantil ante lo que debería ser y
no es, dejáramos de llorar para ver, aclarar las ideas, y actuar?.
Nacho Fernández del Castro, 19 de Diciembre de 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario