miércoles, 12 de diciembre de 2012

Pensamiento del Día, 12-12-2012



«Esos siete Mandamientos serían inscritos en la pared; formarían una ley inalterable por la cual deberían regirse, en adelante, todos los animales de la "Granja Animal". Con cierta dificultad (porque no es fácil para un cerdo mantener el equilibrio sobre una escalera), Snowball trepó y puso manos a la obra con la ayuda de Squealer que, unos peldaños más abajo, le sostenía el bote de pintura. Los Mandamientos fueron escritos sobre la pared alquitranada con letras blancas, y tan grandes, que podían leerse a treinta yardas de distancia. La inscripción decía así:
LOS SIETE MANDAMIENTOS
1. Todo lo que camina sobre dos pies es un enemigo.
2. Todo lo que camina sobre cuatro patas, o tenga alas, es un amigo.
3. Ningún animal usará ropa.
4. Ningún animal dormirá en una cama.
5. Ningún animal beberá alcohol.
6. Ningún animal matará a otro animal.
7. Todos los animales son iguales.
Estaba escrito muy claramente y exceptuando que donde debía decir "amigo", se leía "imago" y que una de las "S" estaba al revés, la redacción era correcta. Snowball lo leyó en voz alta para los demás. Todos los animales asintieron con una inclinación de cabeza demostrando su total conformidad y los más inteligentes empezaron en seguida a aprenderse de memoria los Mandamientos.
 (...)
Días después, cuando ya había desaparecido el terror producido por las ejecuciones, algunos animales recordaron --o creyeron recordar-- que el sexto Mandamiento decretaba: "Ningún animal matará a otro animal". Y aunque nadie quiso mencionarlo al oído de los cerdos o de los perros, se tenía la sensación de que las matanzas que habían tenido lugar no concordaban con aquello. Clover pidió a Benjamín que le leyera el Sexto Mandamiento, y cuando Benjamín, como de costumbre, dijo que se negaba a entrometerse en esos asuntos, ella instó a Muriel a que lo hiciera. Muriel le leyó el Mandamiento. Decía así:
"Ningún animal matará a otro animal SIN MOTIVO". Por una razón u otra, las dos últimas palabras se les habían ido de la memoria a los animales. Pero comprobaron que el Mandamiento no fue violado; porque, evidentemente, hubo motivo sobrado para matar a los traidores que se coaligaron con Snowball.»
 http://iguanamarina.files.wordpress.com/2012/09/george_orwell0.jpg
 (Eric Arthur Blair, conocido literariamente como George ORWELL; Motihari, Raj Británico 
–hoy distrito de Purba Champaran, estado de Bihar, India-, 25 de junio de 1903 – Londres, Reino Unido, 
21 de enero de 1950. Animal FarmRebelión en la Ganja-, 1945 
–edición en castellano, entre otras, de 1980-.)
El presente es un tiempo de contrastes: mientras un veinte por ciento de la humanidad vive agobiada por (e, incluso, muere víctima de) problemas de saciedad, el ochenta por ciento restante lo hace bajo situaciones de inanición...
Y los grandes contrastes son siempre un excelente caldo de cultivo para la interpretación de normas en términos de exclusión y vendetta... Es decir, la estrategia de los colectivos favorecidos para legitimar (por voluntad divina o humana) e, incluso, naturalizar su ventaja social consistirá, habitualmente, en la búsqueda, primero, de un enemigo común, para luego ir arrinconando los “traidores internos” que osan disentir o resistir... O, tal vez, hacer interpretaciones libérrimas o demasiado literales de las normas (para éste último caso están también los instrumentos que permiten a quienes tienen el poder cambiar esas normas a su antojo, añadiendo o quitando matices y “adecuándolas a los tiempos”).
En fin, la cosa es así... Toda persona sufre en este mundo de oprobios globalizados: unas bajo el peso de la saciedad y otras sobre la ingravidez de la inanición... En cualquier caso, el sufrimiento derivado de la inanición es siempre más intenso, continuo y doloroso.
Nacho Fernández del Castro, 12 de Diciembre de 2012

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