viernes, 14 de diciembre de 2012

Pensamiento del Día, 14-12-2012



«1. La educación es un derecho.
La educación no es un bien que, una vez adquirido, se añade a otros bienes del patrimonio de un individuo, sino que su adquisición se convierte en parte integral de la persona humana. Por lo mismo, al igual que los demás derechos, debe ser igual para todos, en su declaración de principio y en su aplicación en la práctica.
(...)
5. Lo que propusimos para el derecho a la educación se aplica mutatis mutandis al derecho a la salud.
Se trata también de un derecho igual para todos. Su traducción a la realidad implica la “seguridad social” para todos, incluso en los países pobres, la gratuidad de los cuidados, la responsabilidad de sus costos por parte del presupuesto nacional. Como exige obviamente la definición de objetivos de etapa; para los países pobres seguramente la prioridad será la medicina preventiva, la erradicación de las pandemias, etc..» 
 (Sami NAÏR; Tlemcen, Argelia, 23 de agosto de 1946. “El derecho a la educación” en  
América Latina en movimiento.. Transiciones y alternativas en debate, 436, Septiembre de 2008.)
El tratamiento de la educación o la salud como un medio para fines externos a la propia ciudadanía que recibe (o no) los servicios que las articulan (desarrollo económico, mejora de la competitividad de las industrias nacionales, constitución de una oferta adecuada y flexible ante las demandas cambiantes del mercado laboral, mantenimiento de la primacía de determinados colectivos frente a otros, o cualesquiera otros de esos que tan gratos resultan hoy a las bocas y oídos del neoliberalismo rampante), constituye, en la práctica, su negación como derechos, y su conversión en bienes en el mercado. En realidad, su consideración como derecho es indisociable del carácter universal, igualitario y gratuito del mismo, es decir de su gestión y prestación públicas, independiente de cualquier condición individual de las personas destinatarias (clase social, sexo, creencia religiosa, ideología política, práctica sexual, etnia, etc.). Lo contrario, dejar la educación y la salud al albur de la iniciativa privada y del devenir de los mercados de servicios, implica convertirlo, en la práctica, el nivel de acceso posible de cada cual a las prestaciones educativas y sanitarias en un bien patrimonial más que se añade a sus posesiones (vivienda, electrodomésticos o vehículo) como símbolo de status.
Por ello, las tensiones privatizadoras que sufren estos derechos básicos marcan, en primer http://alainet.org/images/alai436w.giflugar, el camino hacia su disolución como tales, y, por añadidura, son un signo palmario de la ínfima calidad democrática de nuestros sistemas políticos... Porque hace mucho que la inmensa mayoría de la casta política con posibilidades reales de poder no proviene de sectores de población usuarios de las redes públicas de educación y salud y, por supuesto, tampoco tienen en ellas a sus cachorros. O sea, no son pueblo, no son ni se consideran iguales.
¡Todo un síntoma de una sociedad enferma que va resultando ya urgente, por cuestiones de salud pública, atajar!. Educadamente.
Nacho Fernández del Castro, 14 de Diciembre de 2012

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