«Es posible que la mejor manera
de captar la esencia de una época sea examinar no las características
explícitas que definen sus construcciones sociales o ideológicas, sino los
fantasmas no reconocidos que la pueblan, y que moran en una región misteriosa
de entidades inexistentes que, sin embargo, persisten y siguen haciendo valer
su fuerza.»
(Slavoj ŽIŽEK; Liubliana, Yugoslavia
–hoy Eslovenia-, 21 de marzo de 1949.
The fragile absolute or, Why is the Christian
legacy worth fighting for? -El frágil Absoluto o
¿por que merece la pena luchar
por el legado cristiano?-, 2000 -2002 para la edición en castellano-.)
En efecto la
historia nos muestra, con frecuencia, que las sociedades, simples o complejas, autóctonas o exóticas, antiguas o
contemporáneas, ajustan su devenir
cotidiano más en función de imaginarios
colectivos, tan difíciles de determinar con precisión como potentes en su capacidad para determinar los
comportamientos y miedos individuales y colectivos, que de sus estructuras e instituciones explícitas.
De ahí la fuerza inercial
del cristianismo en el control social de un Occidente
progresivamente secularizado, como
señala Žižek, y de ahí también la
importancia de rastrear los mecanismos y fantasmas que, con su presencia no patente
y apenas reconocida, permiten la
persistencia de esas actitudes, orientaciones y temores.
Por desgracia, las democracias
parlamentarias occidentales han
ido derivando también hacia esa “región misteriosa de entidades inexistentes que
persisten y siguen haciendo valer su fuerza”... Son inexistentes porque nada
tienen que ver ya con su origen: lejos de representar
al pueblo, representan a sus propios amos;
lejos de legislar en interés del pueblo,
legislan al dictado de los intereses de
sus propios amos... En suma, porque los viejos Parlamentos concebidos como templos de la democracia y casa de la ciudadanía toda, se han
convertido en prisiones donde la democracia permanece secuestrada y búnkeres donde los representantes del poder económico real se atrincheran frente a una
ciudadanía más o menos indignada.
Y, sin embargo, siguen haciendo valer su fuerza para imponer o deponer torticeramente
leyes a su antojo (perdón, al antojo de sus amos) modificando constituciones sacralizadas cuando así
lo exigen quienes realmente mandan, rompiendo compromisos normativos sobre
actualización de las pensiones, desmantelando derechos constitucionalmente
reconocidos y normativamente desarrollados, permitiendo que los poderosos se
pasen esas leyes vigentes por el mismísimo
arco de triunfo mientras se vapulea (en
nombre del orden público),
encarcela(en
nombre de la justicia) y demoniza (en
nombre de la información) a quien
humildemente se rebela contra su expolio
planificado, etc..
Y así seguimos, dando pábulo y legitimidad el oprobio globalizado y sus valedores merced a nuestros fantasmas y miedos imaginarios... ¿Hasta cuándo?.
Nacho Fernández del Castro, 7 de Diciembrebre de 2012
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