sábado, 1 de diciembre de 2012

Pensamiento del Día, 1-12-2012



«Lo que aquí y ahora estamos todos presenciando es el espectáculo que está dando la mayor potencia del mundo tratando, tan reflexiva como iracundamente, de hallar algún viejo instinto que le sirva para librar una guerra de unas características absolutamente nuevas. De repente, cuando trata de defenderse a sí misma, América se encuentra con que sus navíos de guerra, sus misiles de crucero y sus cazas F-16 parecen haberse quedado obsoletos, ser algo inútil y pesado. Como elemento de disuasión, todo su arsenal de bombas nucleares ya no vale más de su peso como chatarra. Los abrelatas, las navajas y una fría cólera serán, a partir de ahora, las armas con las que se librarán todas las guerras del nuevo siglo. La cólera es la clave. Se filtra por los controles aduaneros pasando totalmente desapercibida. Nunca aparece durante los registros de equipajes.»


 (Arundhati ROY; Shillong, Meghalaya, India, 24 de noviembre de 1961. The Algebra of Infinite Justice 
–El Álgebra de la Justicia Infinita-, 2002.)

Occidente, en estos tiempos de sombra y capitalismo desbocado, sólo atina a responder a la creciente legión de los excluidos de su declinante bienestar con armamento pesado, cuando el peligro que percibe es exterior, o con porras y togas, cuando los riesgos para el sistema los barrunta en su interior.
Pero, en medio del desmantelamiento de las estructuras públicas que articularon la garantía de los derechos básicos, como la salud o la educación, sustentando una notable cohesión y paz social, el armamento grande o pequeño, la demolición de las libertades en aras de la seguridad, o la imposición de normas y usos restrictivos para los movimientos de personas (no de capitales), no resultan, no pueden resultar demasiado eficaces ni eficientes...
Con Estados que van reduciendo la inversión en libertad y bienestar público en la misma medida en la que se ven forzados a aumentarla en instrumentos de control y castigo (reales y simbólicos), la indignación y la cólera se extienden dentro y fuera, resultando cada vez más incontrolables. Porque no  hay escáneres sensibles a su presencia y los castigos en vez de cortarlas las aumentan y multiplican.
Ellas son, por ello, la verdadera fuerza de las víctimas de la opresión globalizada.
Nacho Fernández del Castro, 1 de Diciembre de 2012

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