«Claro que soy respetable. Soy viejo. Los políticos, los edificios públicos y las putas se hacen respetables si duran lo suficiente.»
(John HUSTON, interpretando el personaje de Noah Cross en Chinatoown, 1974, de Roman Polanski;
Nevada, Missouri, 5 de agosto de 1906- Middletown, Rhode Island, 28 de agosto de 1987)
Es una verdadera condena la necesidad de llegar a viejos para hacerse respetables... Pero es así. Todos conocemos, desde la más remota antigüedad, espectaculares dislates arquitectónicos surgidos al calor del capricho dudosamente estético de algún artista o del ufano delirio de poder del oligarca de turno, que, con el paso de ese tiempo que oscurece fachadas, reparte musgos y suaviza esquinas, adquieren, cuando no nobleza, sí, al menos, un cierto “beneficio de inventario” (frecuentemente museizable)... Cada cual tiene presentes un nutrido grupo de “demonios familiares” de la política que, alcanzada la senectud, se tornan, si no en simpáticos y dignos abueletes, sí, desde luego, en tolerantes poseedores del arte de la irónica memoria selectiva... Sabemos, porque mil veces lo hemos visto, que quienes prostituyen sus mentes, sus actos o sus cuerpos, cuando viven lo suficiente para contarlo, recogen en su voz las verdades y diatribas de la mejor sabiduría paria. Para grandes edificios, políticos en desuso y putas o chaperos veteranos, resistir es, en fin, ganar en consideración social.
Pero, ¿y para la ciudadanía de a pie?.... Mejor no esperar demasiado de esta sociedad del espectáculo, de la apariencia y de lo nuevo, de la insignificancia. Si en la rapidez de nuestras urbes hay cada día menos sitio para “lo viejo” por su dificultad para mercantilizarse, con la dichosa crisis la situación se agrava mucho más: no habrá ya oídos que quieran escuchar el eco del ayer ni manos que quieran acariciar las arrugas del pasado... Y lo viejo sólo encontrará acomodo, más necesario que respetable, en el lugar donde aún puede realizar consumos: el “gran geriátrico”.
Nacho Fernández del Castro, 11 de Enero de 2012
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