miércoles, 25 de enero de 2012

Pensamiento del Día, 25-1-2012

«En todos estos casos (y son cuatro entre los muchos posibles) llama la atención de inmediato una macroscópica diferencia entre tales géneros de comunicación musical y aquellos a los que nos tenía acostumbrados la tradición clásica. En términos elementales, esta diferencia puede formularse así: una obra musical clásica, una fuga de Bach, Aída o la Sacre du Printemps, consistía en un conjunto de realidades sonoras que el autor organizaba de modo definido y concluso, ofreciéndolo al oyente, o bien traducía en signos convencionales aptos para guiar al ejecutante de manera que éste reprodujese sustancialmente la forma imaginada por el compositor. Estas nuevas obras musicales consisten, en cambio, no en un mensaje concluso y definido, no en una forma organizada unívocamente, sino en una posibilidad de varias organizaciones confiadas a la iniciativa del intérprete, y se presentan, por consiguiente, no como obras terminadas que piden ser revividas y comprendidas en una dirección estructural dada, sino como obras "abiertas" que son llevadas a su término por el intérprete en el mismo momento en que las goza estéticamente.»
 (Umberto Eco; Alessandria, Italia; 5 de enero de 1932. Obra abierta, 1962.)
La vida, en último extremo, nunca es un dato inexorable... Aparece siempre como posibilidad abierta, como un conjunto más o menos finito de organizaciones posibles de los elementos circundantes. Como diría Sartre, incluso en los casos más extremos, un prisionero encadenado tiene siempre la posibilidad de conjurar su voluntad para dejar de respirar, imponiendo a su destino el momento de su muerte...
El arte, imitación de la vida (aunque ya sea tópico decir que ésta, con frecuencia, lo supera), también se abre inevitablemente, en la postmodernidad, a la interpretación de quien lo disfruta (o padece). Y en este tiempo de apariencias e imposturas se torna, con frecuencia, efímera sombra al servicio de los intereses de los políticos de turno. No interesa la interpretación unívoca, la posibilidad de “fijar sentidos” por parte de una masa crítica de intérpretes...
Es, en fin, una vez más, como la vida... La individualización de las interpretaciones, la fragmentación de la experiencia (estética o vital), hacen imposible la rebeldía ante el oprobio. Ya parece que sólo cabe asumir de mil modos este interesado caos.

Nacho Fernández del Castro, 25 de Enero de 2012

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