viernes, 27 de enero de 2012

Rensamiento del Día, 27-1-2012

«La cuestión es si alguna civilización puede desencadenar una guerra implacable sin destruirse a sí misma y sin perder el derecho a llamarse civilización".»
 (Rachel Louise CARSON; Springdale Pensilvania, Estados Unidos, 27 de mayo de 1907 - 
Silver Spring, Maryland, 14 de abril de 1964. Silent SpringPrimavera silenciosa-, 1962.)
Vivimos tiempos de impostura en los que, ante las más que sólidas evidencias de la “guerra implacable” que el sistema global de explotación y consumo ha desatado contra el medio ambiente, eso que llamamos “la clase política mundial” (ese poco lucido y nada lúcido colectivo que pretende representarnos) apenas es capaz de torcer un poco el gesto en sus cumbres de cartón-piedra, más obedientes, como siempre, a los intereses y deseos de sus amos (los amos del planeta) que a los hechos ya insobornables o a los anhelos de una ciudadanía que, con exceso de paciencia y notorio fatalismo, todavía los vota.
Por eso es tan necesario recordar, aquí y ahora, esa Primavera Silenciosa con la que una mujer pusiera en marcha, hace ya cincuenta años, la tradición más belicosamente activista de crítica de las consecuencias sociales de un desarrollo tecnológico conducido sin una mínima reflexión racional. Y lo es porque, acaso, si no somos capaces de frenar de algún modo esta auténtica masacre medioambiental, no sólo estaremos acabando con la posibilidad de supervivencia (al menos, en las condiciones de bienestar  actuales) de las generaciones futuras, sino incluso con la posibilidad misma de que ellas (si es que llegan a existir) nos puedan reconocer como antecesores suyos... En definitiva, como seres civilizados.

Nacho Fernández del Castro, 27 de Enero de 2012

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