«Un experto es una persona que ha cometido todos los errores que se pueden cometer en un determinado campo.»
(Niels Henrik David BOHR; Copenhague, Dinamarca, 7 de octubre de 1885 –18 de noviembre de 1962)
Es curiosa la costumbre, ya casi calificable de inveterada, que tienen quienes hoy se dedican al cada día menos noble arte de la política de “cubrir las espaldas” de sus decisiones más torpes e instrumentalmente interesadas con “informes de los expertos”... Ese “respaldo de los expertos”, junto al “cumplimiento de todos los protocolos” (y más recientemente “la reiterada voluntad soberana de las urnas”), va configurando el universo de discurso de la elusión de cualquier responsabilidad política (y hasta moral y jurídica) sobre la toma de decisiones de quienes dicen “haber sido democráticamente elegidos para gobernarnos”. Los expertos, casi siempre anónimos para el gran público, se constituyen, pues, en una especie de nebulosa encubridora de errores, dislates y torpezas más o menos conscientes, más o menos vinculados a intereses inconfesables. Acaso, como sugería Bohr, en eso mismo consista la condición de persona experta en algo: en estar tan acostumbrada a errar que ya poco importe poner una firma más debajo de los informes más disparatados (con tal, claro está, de que el garabato sea suficientemente compensado). Por eso, ante cualquier “informe de los expertos”, la actitud más prudente es preguntarnos, no por la cualificación de los firmantes en el campo correspondiente, sino por los intereses en el asunto de quienes lo han encargado.
Nacho Fernández del Castro, 13 de Enero de 2012
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