sábado, 21 de enero de 2012

Pensamiento del Día, 21-1-2012

«Me cuesta menos en todo sentido incurrir en la penalidad de la desobediencia al Estado, de lo que me costaría obedecer. Me sentiría como si valiera menos en este caso.»
 (Henry David THOREAU; Concord, Massachusetts, 12 de julio de 1817 - 6 de mayo de 1862.  
La desobediencia civil, 1854.)
Ser sumisos ante unos poderes públicos que ya sólo representan a sus dueños, a los amos del mundo, es tarea costosa para cualquier persona digna... Por eso hay más dignidad en quienes llenaron las plazas de lemas acaso ilusos, de propuestas quizás quiméricas, de esperanzas tal vez tan desvaídas como sus discursos, que en quienes, entre ufanos y autosuficientes, los llamaban “perroflautas” mientras se dedicaban a babear sus loas mercenarias sobre las manos que los alimentaban. La insumisión y la desobediencia son hoy un imperativo moral y político de quienes quieren sostener su valor como persona ante esos poderes formales que sirven de pantalla a los poderes reales que han impuesto la sustitución de la práctica política por el  desarrollo de sus propios intereses... La resistencia y la disidencia son, aquí y ahora, la verdadera esencia de la “buena gente” dispuesta a incurrir en la penalidad de la criminalización por parte de los cancerberos simbólicos (medios de comunicación) y reales (instrumentos de control y represión) del Estado. Y, afortunadamente, cada día parecen ser más aquellos a los que el silencio sumiso no se lo lleva ya el cuerpo.
Nacho Fernández del Castro, 21 de Enero de 2012

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