«Tiene un pasado que no es suyo,
por decirlo de algún modo. No será fácil devolverlo a la vida. Tendremos que
hacerlo entre todos.»
(Charlotte DELBO; Vigneux-sur-Seine,
Essonne, Isla de Francia, 10 de agosto de 1913 – París,
1 de marzo de 1985.
Auschwitz et après I: Aucun de nous ne reviendra Auschwitz y
después I:
Ninguno de nosotros volverá--, 1965 -2003
para la edición en castellano-.)
Por
eso cuando recordamos un pasado que no sentimos como propio estamos como
flotando fuera de la vida... Individuos
flotantes sin nada a qué agarrarnos, sin anhelos concretos que nos impulsen por camino alguno, sin fuerzas
específicas que tiren de nosotros en
cualquier dirección, veremos pasar la
vida como algo absolutamente hueco y
azaroso, carente del más mínimo sentido.
Por
eso es tan importante la memoria del pasado,
la recuperación constante de nuestras huellas y reliquias, de nuestros vestigios
y señales para, por asunción o rechazo, por evolución o ruptura, sentirnos algo con entidad propia... Sentirnos, en
definitiva, seres humanos.
Sin memoria del pasado no
somos nada, pero sin una vivencia nítida de ese pasado como propio, tampoco.
Cuando
tal vivencia se difumina o se pierde, se va también el sentido del ser... Tal vez, más allá de la concreción de una crisis económica, lo que está sucediendo
es que el sistema de explotación y
consumo ha logrado diversificar las
fuentes de alienación hasta provocar una pérdida generalizada de la vivencia del pasado.
Recuperar el pasado perdido o
enajenado requiere una acción develadora, convergente y continuada
del entorno sobre un sujeto... Ahora bien, ¿qué sucede cuando la eliminación
de esa vivencia personal del pasado se
globaliza, se universaliza?.
Nacho Fernández del Castro, 18 de Enero de 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario