miércoles, 9 de enero de 2013

Pensamiento del Día, 9-1-2013



«1.-  Piensa que no has heredado este planeta sino que lo tienes en usufructo y has de devolverlo mejor que lo encontraste.
2.-  El artículo anterior te obliga a respetar a los animales, las plantas y los minerales. Entre los primeros no solo está el hombre. Por añadidura, el más débil tiene razón.
3.-  La cultura occidental es la que se ha impuesto en el mundo pero no significa que sea la auténtica. Respeta el saber de los demás como el tuyo propio.
4.-  La mujer y el niño son la Humanidad en su más puro estado. Respétalos siempre, pues son la semilla que hay en tí.
5.-  Lo que han fabricado manos de hombre en un entorno, debe permanecer en ese ambiente. Lucha porque así sea.
6.-  El animal más feroz es menos peligroso que tu. El mayor depredador de la Tierra es el hombre.
7.-  Si todos fuésemos iguales, este planeta sería aburridísimo en extremo.  Ayuda a que todos sus habitantes  sigan siendo ellos mismos y defiende sus costumbres siempre que éstas no atenten a la dignidad de sus semejantes.
8.-  Reparar no es restaurar. Cuando destruimos un bosque, jamás lo  podremos reconstruir como fue. Solo ponemos esparadrapos.
9.-  Escucha a los indígenas y a los mayores. Sus enseñanzas te serán valiosas en el futuro. No los desprecies. Son la experiencia de nuestra estirpe, nuestra memoria genética.
10.- Si eres un auténtico aventurero, sé fuerte con los fuertes y débil con los débiles. Y así, como decía Rudyard Kipling, te podrás llamar “hombre”.»
(Enrique MENESES MINIATY; Madrid, 21 de octubre de 1929 - 6 de enero de 2013.  
“Decálogo del aventurero” de su página oficial Cien miradas de Enrique Meneses, http://www.enriquemeneses.com/decalogo-del-aventurero/, 30-7-2008.)
Con frecuencia, el afán de aventura fue, a lo largo de la historia, semilla del colonialismo e impulso del chauvinismo... Por eso no está nada de más el decálogo que para quienes viven presa de tales afanes propuso uno de los más beneméritos aventureros que en el mundo han sido, Enrique Meneses.
Algunos de sus principios, desde luego, pueden sonarnos a vacuidad bienintencionada o a ingenuo voluntarismo, pero, en cualquier caso, ¡qué necesarias resultan las buenas intenciones y mejores voluntades en estos tiempos de pensamiento único y oprobio globalizado!.
Porque, ¿cómo podemos seguir aceptando el avance inexorable del planeta hacia su colapso para beneficio de unos pocos?, ¿cómo seguir desoyendo las razones de los más débiles?, ¿cómo seguir tachando altivamente cualquier costumbre o saber relegados (por su improductividad) como mera superchería o desvarío?, ¿cómo seguir aplastando la humanidad concreta bajo el peso de una economía abstracta y excluyente?, ¿cómo mirar hacia otro lado ante el expolio permanente de cuanto logro humano se considera susceptible de constituirse en negocio?, ¿cómo permanecer impasible ante la irrefrenable propensión depredadora del ser humano?, ¿cómo soportar la continuada demonización de la diferencia, aún cuando ésta muestre una inequívoca voluntad de alentar una sociedad más inclusiva?, ¿cómo seguir dando por buenas las aparentes reparaciones tecnológicas de cuanto, destruido en la naturaleza, resulta ya irrecuperable?, ¿cómo dar por bueno el constante desprecio de la experiencia y de la memoria esencial en aras de una mitificación de lo nuevo y aparente?... ¿Cómo, en fin, seguir soportando este mundo en el que quienes representan su papel de gobernantes son cada día más fuertes con los débiles y más débiles con los fuertes?.
Enrique Meneses, su vida, su cámara, su palabra, nos dejaron muy clara una cosa: la verdadera aventura de una vida es la determinación impenitente, más allá de toda esperanza, de contribuir con cada uno de nuestros actos a hacer el mundo un poco más habitable para los más.  
Nacho Fernández del Castro, 9 de Enero de 2013

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