«Si ser de izquierdas es preocuparse por los más débiles, dar voz a
quienes no la tienen, apoyar a los que padecen las guerras y criticar a quienes
las provocan y alientan, soy totalmente de izquierdas. Si considerase que debía
de ser de derechas por mis apellidos y la historia familiar, me despreciaría
sin paliativos. Sólo creo en una aristocracia, en la del cerebro y la del
corazón, y en que esta sea puesta siempre al servicio de los más necesitados y
los débiles.»
(Enrique MENESES MINIATY; Madrid, 21 de
octubre de 1929 - 6 de enero de 2013. Fragmento de su autobiografía Hasta aquí hemos llegado, 2006.)
Recuperar la costumbre de dejar constancia
diaria de un pensamiento asentado sobre una glosa
libérrima es un verdadero placer
intelectual cuando ésta parte de un retazo reflexivo de la vida de un ser humano extraordinario, de quien
fuera el verdadero pionero del
fotoperiodismo hispano, del más lúcido
testigo ocular de las revoluciones
e involuciones que en el mundo del
pasado siglo han sido, del exuberante
suministrador de tantas percepciones
sabias que fueron savia nutricia
en el jardín de nuestros mejores imaginarios
colectivos... No es motivo de alegría hacerlo al son de su ocaso, pero, de
cualquier modo, no están nuestros tiempos
y nuestros espacios para alegrías y el mero hecho de hacerlo se torna en
una suerte de cumplimiento del deber inexcusable del honor para quienes han
hecho, hacen y harán que la condición
humana aún merezca la pena.
Y
es que, ante el lamentable espectáculo
de tantos poderosos exprimiendo hasta
las heces a los más débiles para “compensar
los quebrantos” propios y de sus colegas, ante el interesado ascenso mediático de la insignificancia
para tapar la voz de las mayorías
silenciadas (que no silenciosas), ante el triste aliento que desde
despachos impolutos e inalcanzables se da a los ardores guerreros de quienes siempre acabarán siendo víctimas de cualquier guerra, el firme y
sostenido ejercicio de la información
desde una libertad comprometida del
más eminente ejemplo de freelance de
la historia de nuestro periodismo cobra una relevancia absoluta. Libertad de ejercicio de quien, en sus
sesenta y tres años de profesión, sólo estuvo dos en una nómina; pero nunca pretensión de independencia con respecto a
lo fotografiado y narrado, porque ese altisonante alarde no es más que el
parapeto tras el que el servilismo mediático
trata infructuosamente (véase la reciente entrevista al rey en la televisión pública
para tratar de poner ridículos parches sobre los evidentes reventones de la
monarquía) de ocultar sus propias vergüenzas.
¡Gloria
(mundana), pues, a quien hizo de la información voluntad decidida de contribuir a un mundo mejor en el que menguasen las necesidades de quienes padecen
la miseria y creciese la voz (y las
audiencias) de cuantas personas han sido acalladas!.
Nacho Fernández del Castro, 8 de Enero de 2013
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