sábado, 26 de enero de 2013

Pensamiento del Día, 26-1-2013



«Si existió algún modo de justificar la confianza en los parlamentos surgidos del siglo XIX éste fue el potencial de control que las estructuras parlamentarias prometían. […] Hoy es preciso negar resueltamente tanto el locus como el modus clásico, considerando que el parlamento ya no es capaz de controlar nada. Tenemos que pensar quién controla qué y cómo, y prepararnos para dotar a esas categorías –quién, qué y cómo- no de entes jurídicamente definidos sino de procesos sociales. Habiéndose transformado en esclavo del capital especulativo, el parlamento precisa volver a ser controlado, justamente con el poder económico.»
(Andityas Soares de MOURA COSTA MATOS; Barbacena, Minas Gerais, Brasil, 1979.  
Párrafo del artículo “Contra el Parlamento, contra la plutocracia: 
hacia una filosofía radical de la comunidad”, en Mientras Tanto, 118, 2013.)
Cuando la razón política se subordina a la razón económica, cada vida tiene un precio...
Lo vemos muy gráficamente en el tema de los desahucios, llenos de espectáculos tristes (por inhumanos) de gentes en huelga de hambre, familias durmiendo por las aceras y plazas, personas arrojándose por la ventana...  Es el suyo, el de su vida, un precio muy bajo: tan sólo el de los plazos adeudados de una hipoteca.
Quienes los desahucian, claro, así como quienes crean las condiciones políticas y jurídicas para que eso sea posible, tienen una vida con mucho más valor de mercado... Como mínimo el de las ingentes cantidades que deben gastar en seguridad personal (o sea, en proteger su vida y sus bienes).
Ahora bien, si el precio de nuestra vida depende de alguna suerte de mercado (que, directa o indirectamente, fija también las condiciones materiales de la misma) y la representación política formal lo único que hace es legitimar en la práctica esa situación y prolongar inercialmente los símbolos de las viejas democracias, ¿para qué sirve al pueblo?.
¡Ese sí que es un gasto que no nos podemos permitir!...
Si vamos a ser globalmente explotados por el capital especulativo, que no se nos exija, al menos, que paguemos (generosamente) los intermediarios que dan forma legal a esa explotación...
Así quizás podamos reunir algo de dinero, ánimo y tiempo para buscar nuevas formas de organización política comunitaria desde las que hacer frente (ejercer algún control) sobre los amos del mundo.
Nacho Fernández del Castro, 26 de Enero de 2013

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