«Si existió algún modo de justificar la confianza en los parlamentos
surgidos del siglo XIX éste fue el potencial de control que las estructuras
parlamentarias prometían. […] Hoy es preciso negar resueltamente tanto el locus
como el modus clásico, considerando que el parlamento ya no es capaz de
controlar nada. Tenemos que pensar quién controla qué y cómo, y prepararnos
para dotar a esas categorías –quién, qué y cómo- no de entes jurídicamente
definidos sino de procesos sociales. Habiéndose transformado en esclavo del
capital especulativo, el parlamento precisa volver a ser controlado, justamente
con el poder económico.»
(Andityas
Soares de MOURA COSTA MATOS; Barbacena,
Minas Gerais, Brasil, 1979.
Párrafo del artículo “Contra el
Parlamento, contra la plutocracia:
hacia una filosofía radical de la comunidad”, en Mientras Tanto, 118, 2013.)
Lo
vemos muy gráficamente en el tema de los desahucios, llenos de espectáculos tristes
(por inhumanos) de gentes en huelga de hambre, familias durmiendo por las
aceras y plazas, personas arrojándose por la ventana... Es el suyo, el de su vida, un precio muy bajo: tan sólo el de los
plazos adeudados de una hipoteca.
Quienes
los desahucian, claro, así como quienes crean las condiciones políticas y jurídicas para que eso sea posible, tienen
una vida con mucho más valor de mercado...
Como mínimo el de las ingentes cantidades que deben gastar en seguridad personal (o sea, en proteger
su vida y sus bienes).
Ahora
bien, si el precio de nuestra vida depende
de alguna suerte de mercado (que,
directa o indirectamente, fija también las condiciones
materiales de la misma) y la representación
política formal lo único que hace
es legitimar en la práctica esa situación
y prolongar inercialmente los símbolos de
las viejas democracias, ¿para qué sirve al pueblo?.
¡Ese
sí que es un gasto que no nos podemos
permitir!...
Si
vamos a ser globalmente explotados por el
capital especulativo, que no se nos exija, al menos, que paguemos (generosamente)
los intermediarios que dan forma legal a esa explotación...
Así
quizás podamos reunir algo de dinero, ánimo y tiempo para buscar nuevas formas
de organización política comunitaria
desde las que hacer frente (ejercer algún control) sobre los amos del mundo.
Nacho Fernández del Castro, 26 de Enero de 2013
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