«Ningún
avance del conocimiento humano es reaccionario o perjudicial en sí mismo, ya
que todo depende de cómo lo utilice el hombre como ser social: un mismo
descubrimiento puede emplearse para alcanzar un paraíso nuevo o un nuevo
infierno mucho peor del que hemos conocido hasta ahora. Pero en ningún caso
podemos permitir que el temor de que se abuse del conocimiento humano lleve a
la prohibición de dicho conocimiento.»
(Adam SCHAFF; Leópolis, Ucrania, 10 de
marzo de 1913 – Varsovia, Polonia, 12 de noviembre de 2006.
¿Qué futuro nos aguarda?: las consecuencias sociales de la segunda revolución industrial, 1985.)
Dicho
así, en genérico, parece que no hay posible discrepancia... Ahora bien, están
los contextos sociales que determinan los procesos de descubrimiento y de el
aprovechamiento industrial de lo descubierto... Y no, la nuestras sociedades no están compuestas (ni mucho menos gobernadas) por seres angélicos ni por almas
bellas hegelianas... Así que uno y otro proceso estarán auspiciados y controlados (y serán determinados
y aprovechados) por los intereses de
los amos del mundo. Así que no es de
extrañar que los grandes cónclaves empresariales
mundiales, así como el Banco Mundial,
el Fondo Monetario Internacional y sus leales servidores en los gobiernos
nacionales, comiencen a hablar de sobreformación
y a propugnar una educación estrictamente
ajustada a las necesidades objetivas, pero fluctuantes, de eso que llaman los
mercados. ¿Para qué ha de servir la cantidad de tiempo perdido en generar aprendizajes relacionados con el
pensamiento crítico y la autonomía a quienes nunca podrán hacer uso de
ellos?.
Y,
así, en tiempos de devastación de lo público,
los recortes en I+D+i van convirtiendo el viejo fenómeno postindustrial de la proletarización de la ciencia y la tecnología,
del que hablaba Radovan Richta, en la conversión de quienes pretenden
dedicarse a la investigación científico-tecnológica
en parias precarizados al servicio de los caprichos del interesado mecenazgo de las grandes
empresas.
Nacho Fernández del Castro, 30 de Enero de 2013
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