miércoles, 23 de enero de 2013

Pensamiento del Día, 23-1-2013



«La Quinta Avenida resplandecía al sol cuando salieron de Brevoort y pusieron rumbo a Washington Square. El sol calentaba a pesar de ser noviembre y todo tenía el aspecto de una mañana de domingo: los autobuses, la gente bien vestida paseando lentamente en pareja y los edificios silenciosos con las ventanas cerradas.

Michael cogía a Frances por el brazo con fuerza mientras caminaban al sol por el centro de la ciudad. Paseaban ligeros, casi sonriendo, porque habían dormido hasta tarde y habían tomado un buen desayuno y era domingo. Michael se desabotonó el abrigo y dejó que ondeara a su alrededor mecido por la brisa suave. Paseaban, sin decir nada, entre la gente joven y de aspecto agradable que parecía componer la mayoría de la población en esa parte de Nueva York.»

(Irwin SHAW, nacido Irwin Gilbert Shamforoff; Bronx, Nueva York, Estados Unidos, 27 de febrero de 1913 - Davos, Suiza, 16 de mayo de 1984. Inicio del cuento “The Girls in Their Summer Dresses” 

 -“Las chicas con sus vestidos de verano”- publicado originalmente en Playboy, 1939 

–recogido en 1978 en la recopilación Short Stories: Five Decades-.)

Para la gente de bien y de orden, esa que repite, como un mantra propiciatorio, que “de esta salimos sacrificándonos todos” (aunque nadie tenga muy claro cuál es su parte en el sacrificio) o que “con protestas no se arregla nada” (aunque nadie sabe de momento alguno en el que, estando otras gentes de bien y orden en turno de gobierno, hayan probado a protestar por algo), vivimos en el mejor de los mundos posibles, por mucha crisis que haya.

Es más, para la gente de bien y de orden vivimos en el mejor de los mundos posibles en una mañana soleada de domingo otoñal, porque ella siempre ha dormido bien (ya sea por tener una falsa buena conciencia o ya sea, simplemente, por no tenerla en absoluto) y, tras haber desayunado estupendamente (con la satisfacción de la burguesía bien pensante), se dispone a compartir con otras gentes de bien y de orden un agradable paseo por el hermoso centro de una ciudad hermosa, llena de personas dedicadas a la más o menos precaria tarea de satisfacer sus ocios y apetitos festivos.

Y es que, para la gente de bien y de orden, vivimos en el mejor de los mundos posibles en una mañana soleada de un domingo otoñal, en el hermoso centro de una ciudad hermosa, repleta de gente de bien y de orden, tan joven y agradable que, como diría Arturo Fernández, hacen más evidente la fealdad y vejez prematura de quienes protestan hacinados en sus barrios (porque cuando se manifiestan por el centro, las gentes de bien y de orden no salen a la calle y sólo los ven en Intereconomía).

Pero, por desgracia, cada día son más quienes ni siquiera pueden aspirar a ser gentes de bien y de orden, porque sus expectativas de tener o recibir algún bien son escasas y el orden ya se lo imponen siempre otros. Así que, incluso entre las gentes de bien y de orden (como entre la Frances y el Michael de Irwing Shaw) comienzan a aparecer las primeras disensiones prendidas en la propia tensión divergente de las miradas.

Así que, a lo peor, ni vivimos en el mejor de los mundos posibles, ni en una soleada mañana de un domingo otoñal, ni en el hermoso centro de una ciudad hermosa, ni rodeados de juventud agradable. Pero ya es bastante si vivimos.
Nacho Fernández del Castro, 23 de Enero de 2013

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