jueves, 24 de enero de 2013

Pensamiento del Día, 24-1-2013



«Sin duda las costumbres modernas eran mejores, pero no pude 
evitar sentir cierta nostalgia al pensar en las que habían pasado 
de moda.»
 
 (Barbara Mary Crampton PYM; Oswestry, Shropshire, Inglaterra, 2 de junio de 1913 – Finstock, Oxfordshire, 11 de enero de 1980. A Glass of Blessings -Los hombres de Wilmet-, 1958 –edición en castellano de 2010-.)
En el acelerado vaivén de lo cotidiano, en medio de una sociedad que nos vende el espectáculo de la insignificancia a un ritmo frenético, para evitar que nos paremos a pensar en esa nadería que respiramos y con la que alimentamos nuestras sumisiones, la primera víctima es la memoria...
La memoria no tiene buena prensa en este mercado de lo inmediato en el que sólo la novedad es un valor seguro, en el que los procesos de obsolescencia se aceleran para hacer que cada idea se torne vieja antes de ser enunciada... Para que sea, en fin, el mero hecho de tener y enunciar una idea lo que se torne vetusto y trasnochado, porque ¿para qué necesitamos ideas propias cuando cada conducta en cada espacio social (público o privado) está normalizada, y violar, siquiera un poquito, esa norma se considera locura?.
En la enajenación permanente que caracteriza nuestro tiempo, nos convertimos no tanto en afanosos maximizadores de la utilidad (o satisfacción) de nuestros consumos, como pensaba la economía política clásica, cuanto en anhelantes exploradores de nuevas y más refinadas formas de alienación...  Nuevas y más refinadas formas, en suma, de salir de nosotros mismos, de olvidar nuestra memoria.
Porque, si en algún momento no lo conseguimos, no logra el mercado imponernos su plúmbea oferta de ocio aparentemente errático, podríamos caer en la nostalgia y acabar recuperando la memoria... Para darnos cuenta que otros mundos, otras maneras de ser y estar, otros modos de pensar y actuar, son posibles. Porque ya lo fueron.
Nacho Fernández del Castro, 24 de Enero de 2013

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