sábado, 19 de enero de 2013

Pensamiento del Día, 19-1-2013



«Tratar de comprender la creación cultural al margen de la vida global de la sociedad en que se desarrolla es una empresa tan inútil como tratar de arrancar, no provisionalmente y por necesidades de estudio, sino de una manera fundamental y duradera, la palabra a la frase o la frase al discurso.»



(Lucien GOLDMANN; Bucarest, Rumania, 20 de julio de 1913 – Paris, Francia, 8 de octubre de 1970.  
En el libro colectivo, de Roland Barthes,  Henri Lefebvre y el propio Lucien Goldmann Literatura y sociedad. Problemas de metodolo­gía en sociología de la literatura, 1969.)



La producción cultural es siempre, desde luego, una determinación de las condiciones materiales de la sociedad en la que tiene lugar, aún cuando (sobre todo cuando) se manifiesta de forma crítica frente esas condiciones.



No tiene demasiado sentido, por tanto, el intento de realizar el análisis de un producto cultural aislándolo completamente de las estructuras de la sociedad en las que fue creado, por mucho que éste, en cuanto objeto exento, adquiera un valor propio en el que intervienen factores diacrónicos, históricos y estéricos, no estrictamente ligados a la sincronía coyuntural de su origen concreto... Es más, si cada obra artística incorpora esos valores históricos y estéticos es, precisamente, porque nada se crea de la nada, porque todo producto humano está dada en un proceso de acumulación de habilidades y saberes que atañe tanto al devenir del ámbito de producción que le es propio como a la historia misma de la humanidas, sus civilizaciones, culturas y sociedades.
Por ello no es extraño que en la sociedad del espectáculo en la que vivimos, donde todo se torna en representación (más bien tediosa, por mucho que para tanta gente pueda resultar dramática), actos simbólicos y apariencias, la característica básica de la producción cultural sea lo que Cornelius Castoriadis denominó el ascenso de la insignificancia. En una sociedad en la que la política consiste en la realización del interés del poderoso mediante la acción de unos representantes que dicen ser los nuestros, en la que tanto lumpen social se pudre en las cárceles por sus cadenas de pequeños delitos mientras los grandes estafadores y los blanqueadores de dineros muy negros andan ufanos por las calles alardeando de sus presunta inocencia, la producción cultural ha de tornarse necesariamente intranscendente y banal. Por eso José Saramago o Martha C. Nussbaum son proyecciones inerciales de una sociedad anterior, el epílogo de un aliento de modernidad ya desubicada... Por desgracia, el verdadero emblema de la producción cultural de nuestro tiempo es, con mucha más propiedad, “Sálvame” y su cohorte de Belenes Esteban y Kikos Matamoros.
Nacho Fernández del Castro, 19 de Enero de 2013

No hay comentarios:

Publicar un comentario