miércoles, 13 de febrero de 2013

Pensamiento del Día, 13-2-2013



«Obra de tal manera que tu existencia (en exilio o éxodo) se ajuste a tu propia condición de habitante de la frontera.»
 
 (Eugenio TRÍAS SAGNIER; Barcelona, 31 de agosto de 1942 –10 de febrero de 2013. Versión del imperativo categórico para un tiempo en el que el ser humano se hace consciente de estar tan lejos de los animales como de los ángeles, en La razón fronteriza, 1999.)
En realidad, cuando nos movemos lejos del egoísmo pertinaz y del gregarismo sumiso, nos convertimos inevitablemente en habitantes de la frontera... Nos movemos en ese espacio fluctuante y confuso a veces que es el límite entre nuestro ser y su sombra, entre un yo que opera en el mundo como entidad autónoma y las manifestaciones de ese yo en el mundo derivadas de sus relaciones con un no-yo que ilumina u oscurece, magnifica o minimiza, reconoce o anula sus huellas, sus actos, su voluntad de ser...
Cumplir nuestro deber para con uno mismo y el mundo es, pues, luchar con denuedo tanto contra dos tentaciones extremas: la mitificación del yo que lo exalta como única máxima de la acción y la mansa aceptación de “lo que hay” como un todo imponderable al que a uno sólo le cabe sumarse.
Curiosamente, sucumbir a ambas tentaciones tiene consecuencias colectivas similares partiendo de ánimos personales opuestos... El optimismo de las mitificaciones del yo derivará en una proyección social del egoísmo individualista como único principio de conducta, que es el fundamento práctico del liberalismo (y de su sacralización del mercado como “oscuro” optimizador del uso de los recursos y distribución de los bienes). El pesimismo de la sumisión al estado de cosas conlleva, en la práctica, la aceptación del imperio de la ley del más fuerte como un mal inevitable (por “natural”) en el que habrá que aprender a sobrevivir buscando las alianzas más propicias. En fin, en ambos casos la derivación o aceptación de un “todo” muy cercano a las formas de la opresión globalizada de nuestro tiempo: quie es optimista aspira a ser parte de ese todo, quien es pesimista se conforma con mamar de ese todo.
Pero la consciencia de nuestra inevitable condición de habitantes de la frontera, de seres del límite, nos llevará a obrar siempre, frente a ese todo y a nuestro propio yo, como si nada estuviese dado, como si nada nos fuese impuesto, en un diálogo permanente entre nuestra voluntad de ser y las condiciones concretas y materiales del existir.  
Nacho Fernández del Castro, 13 de Febrero de 2013

No hay comentarios:

Publicar un comentario